La Calle de Córdoba XXI

lunes, 16 de mayo de 2016

Duelo entre el hambreador austericida y los palmeros de twitter: I – Podemos y el crepúsculo de las ideologías.

España es, sin duda, el reino de las emociones de palabra inútil. Un territorio escabroso y verbenero; de sintaxis estética y semántica volátil. Terreno tan falso que teniendo sus nacionales mil cartografías, sorprende que el país carece sistémicamente de mapa.

Mentalmente España conforma una geografía arriscada; de verbo difuso con predicados acantilados, donde el derechohabiente cruza siempre en patera improvisada el mediterráneo de su existencia, asido como mejor puede a la goma escurridiza del hinchable. 

Casi todo el siglo XX lo pasó sin cambio alguno, para luego cambiar con frenesí durante 40 años para seguir igual en lo fundamental, una vez deshojada la margarita. El verbo “cambiar” es, sin duda, el mayor y más clamoroso ejemplo de gramática difusa y volátil de la lengua española contemporánea.

La ameba orgánica de "los ellos" iguales

En la actualidad el verbo “cambiar” es usado frente a lo que unos "nosotros" predican que es “el continuismo inmovilista del PP y el continuismo renovado de C’s”. Un continuismo orgánico que para esos "nosotros" tiene propiedades de ameba que engulle con sus pseudópodos al PSOE. Partido que ipso facto resulta excluido del campo semántico del verbo, por sospecha de indiferenciación, y queda petrificado (inmovilizado) en el museo de cera plasmica del presidente Rajoy. 

Pero igualar lo desigual es tanto como no ver lo diferente. Una insensibilidad que tradicionalmente gobierna la izquierda española más interesada siempre por la arenga de la revolución que por el análisis de la reflexión.

Desgraciadamente los errores son de bulto, y aunque la situación es de urgencia ninguna escalera de peldaños rotos permite nunca el rescate en ningún edificio incendiado.

La envidia igualitaria y la democracia de las oligarquías

Es por ello que, en primer lugar, resulta incomprensible que un personaje de extrema derecha radical como Mariano Rajoy sea Presidente de la España democrática. Máxime cuando Rajoy se declara abiertamente antidemocrático condenando la envidia igualitaria en el Faro de Vigo ya en 1984, siendo presidente de la Diputación pontevedrense.

Pero lo más espectacular y sorprendente de la democracia española es que el actual Presidente del gobierno se declara reiteradamente aférrimo seguidor de las tesis reaccionarias de Fernández de la Mora, autor en 1965 del doctrinario de la extrema derecha franquista en “El crepúsculo de las ideologías”. Obra donde desarrolla su tesis central del realismo franquista por el que postula que “la humanidad no ha conocido más que un solo sistéma político que es el mando de unos pocos.”

Tesis que lleva a este insigne zombi del franquismo a establecer una concepción sui generis de la democracia de las oligarquías, manifestando literalmente lo siguiente: «Creo que los pueblos no han gobernado nunca y no gobernarán jamás. Sólo hay una forma institucional, la oligarquía renovada por cooptación. Lo que en la edad contemporánea se denomina democracia es aquel sistema en que dos o más oligarquías aspirantes recurren -cada tres o más años- a una votación censitaria o relativamente universal para que, entre manipulaciones publicitarias, se resuelva quién va a detentar el poder».

La desigualdad abismal entre Rajoy y Rivera

Así pues la distancia entre Rajoy y Rviera, o entre el PP y Ciudadanos, es tan abismal que ni siquiera el Ibex 35 los puede reunir en un mismo saco por cuanto aun ubicandolos en el mismo ala derecha de la tertulia política; Ciudadanos representa inequivocamente al liberalismo ilustrado y racional, mientras que Rajoy representa ineluctablemente la irracionalidad más visceral y desigualitaria del franquismo cavernario.

Cierto es que el bipartidismo refiere una alternancia promiscua entre dos extremos –PSOE y PP–, que claramente se ignoran en orden a una complicidad de facto. Pero esto es una mezcolanza confusa de dos posiciones distantes que les hace parecer contíguas por el pontificado de la corrupción y la manifiesta inexistencia de proyecto que presentan ambos lados. Ambas formaciones quieren gobernar con el solo objetivo de administrar el Estado sin cambio fundamental alguno.

La explosión nuclear del "no nos representan"

Realmente el grito del 15M por el cual la ciudadanía expresaba claramente el “no nos representan” constituye la primera expresión de realismo político que se produce en España desde 1939. De esta forma tan elocuente se rompe en el mismo kilómetro cero de España la amalgama con la que el pragmatismo felipista había permitido la involución de la transición llevando al poder democrático a la mismísima extrema derecha del franquismo más reaccionario. Y todo además con el voto complaciente de una mayoría millonaria de ciudadanos españoles que no votan futuro, sino status quo.

Un status quo que rompe en mil pedazos la crisis económica levantando un temporal de austericidios que expulsa de la patera nacional a una parte importante de la clase media española. Los mismos que salen a calles y plazas conformando un “nosotros” despojado de toda visión utópica por cuanto se ven castigados, y desahuciados, por el propio sistema de “los ellos” que identifican como las élites del régimen de 78. Es decir; las castas claramente herederas del régimen preconstitucional.

Consecuentemente el “no nos representan” impone una gramática diferente que rompa en mil pedazos el imaginario democrático creado por una transición a ninguna parte empantanada entre la democracia del pragmatismo felipista y la democracia de las oligarquías del PP y con un gigantesco barrizal de corruptelas gobernado ahora por psicópatas zombis de la desigualdad y el austericidio sin compasión.

El torsor podemita del cambio de lo igual


El problema para “los nuestros” del 15M es que la conjugación del verbo “cambiar” ha sido secuestrada por la transversalidad desideologizada de la parroquia podemita por cuanto es manifiesto que fuera de su demarcación no existe cambio posible para el pueblo en marcha del nuevo populismo español. Ni la gramática, ni el diccionario tienen, pues, jurisdicción universal para los eruditos politólogos experimentales de la Complutense que en pleno siglo XXI rescatan la vieja ortodoxia cristiana de la semántica oficialista de la palabra de Dios imponiendo que en España no hay cambio posible si no es la sustitución de los “ellos–todos-indiferentemente-malos” por los “nuestros–todos-igualmente-buenos”. 

Una transversalidad desideologizada que los eruditos politólogos de la Complutense construyen con siniestros paralelismos al crepúsculo de las ideologías del mismísimo padre espiritual de Rajoy, cerrando una vez más la vieja circularidad cainita del hispanismo ortodoxo de casta. El cambio de lo igual.

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