Si esto fuese una novela yo nunca la comenzaría frente
al pelotón de fusilamiento de Macondo, sino mucho antes, y más cerca, en la
habitación silenciosa del hotel Cervantes de Linares donde Manolete
plácidamente se vestía de luces en una tarde de 29 de agosto.
En 1947 el miura se llamaba Islero, en 2019, su
fisionomía ha cambiado y se llama «el procés». Dos figuras contradictorias tensionan
la plaza. De un lado el estallido de ira protagonizado el pasado martes 26/02 por
Girauta en el Congreso (1) tensiona
las gradas, y de otro, en la arena del coso, la parsimoniosa coreografía
judicial descompone realidades en «bits» de percepciones que luego reorganizados
por las convicciones de los siete magistrados del Tribunal Supremo retornarán
al público bajo la forma de «hechos jurídicos» que señalarán la culpa y
ajusticiarán a los reos.