Sí; ¿por qué no? En 1978
Den Xiaopin alcanzó el poder y cambió todas las estructuras maoístas de China
sentando cátedra: quien quiera cambiar el orden, debe cambiar el Derecho. Frente
a la imponente realidad del éxito del modelo Chino que viene a modificar
definitivamente toda la geopolítica planetaria desde los tiempos de los Reyes
Católicos, la transición española carece de razones que impidan el cambio
efectivo de las viejas estructuras franquistas que perduran todavía gracias al
consenso constitucional de 1978.
Al menos la izquierda social y la derecha progresista española
deberían ahora afrontar el reto de un nuevo esfuerzo para superar el estancamiento
del consenso de 1978. De los tres poderes –supuestamente independientes–, del
Estado moderno; el gubernativo, el legislativo y el judicial, el poder
legislativo es el único instrumento efectivo para el cambio y desarrollo de una
sociedad secularmente estancada.
El
Derecho es el instrumento creador de realidades.
El Derecho protege valores, corrige comportamientos y
crea realidades al establecer el marco de la resolución de los conflictos y
fricciones que produce un orden económico y social en franca obsolescencia. Sin
Derecho no hay acumulación de riqueza, ni es posible la economía neoliberal. La
propia idea de Justicia es el oxímoron del Derecho cuando es la norma la que jibariza
la realidad para blanquear la injusticia. Si modificas la norma, modificas el
sistema cambiando la sociedad. Es la gran observación de Den Xiaopin que en
pocas décadas transforma la china maoísta en el proyecto de futuro mas
relevante del planeta.
Por el contrario, la fuerte irrupción de VOX en el
parlamento señala que el presente de España sufre de la enfermedad del pasado amenazando
gravemente la salud del futuro. Lo que VOX defiende es la paradoja de la
reconquista del Estado para liberarlo de las cadenas de la progresía mediante
la destrucción de la historia; lo que le permite la aberración cultural de cantar
al mismo tiempo «el pueblo unido jamás
será vencido» junto al himno legionario del novio de la muerte. Que la
tercera fuerza política de España confunda la canción protesta chilena con la
creación más berraca de Millán Astray es todo un signo de la noche de los
tiempos.
A rio revuelto, ganancia de pescadores, y en la
confusión, el discurso de VOX inyecta la dialéctica vacía de contenido racional
con términos de patria, comunistas, felones, derechita cobarde, dictadura
progre, etc. Su éxito de tercera fuerza política nacional no solo oscurece el
presente, sino que manifiesta todo un suicidio colectivo imponiendo en el
debate público una lógica cavernaria. Incluso señala al Tribunal Constitucional
como su gran instrumento político para la restauración del viejo orden nacional
católico.
Fin
de la historia: fin de la transición
Recordando a Francis Fukuyama es hora de decir en
España: fin de la historia; fin de la transición. La bella y ejemplar
transición española llegó a su fin. Ahora tenemos que lidiar con una realidad
compleja, donde las relaciones de poder se tornan inestables en el seno de la
crisis estructural del sistema neoliberal y de la decadencia occidental frente
al empuje vigoroso del mundo asiático.
En esta situación, no resulta muy lógico buscar soluciones
de futuro mirando al pasado como si no fuéramos parte del contexto general. Es
necesario evolucionar abandonando la ilusión determinista de los clásicos idealismos
políticos convencionales. Se impone innovar en política por muy peligrosa e
incierta que se perciba la realidad, toda vez que negar la realidad social –la
real–, sólo produce frustración y genera la mayor parte de las fricciones y
conflictos que bloquean el progreso común por el solo beneficio de la
estabilidad del estatus quo.
No se trata de avanzar en el diseño de «prudentes» propuestas reformistas o de
la implementación urgente de reformas paliativas, sino de poner fin al
idealismo implícito en la propia concepción del Estado. La democracia española
podrá ser vista como ejemplar, pero no es original, ni la Constitución Española
tiene rango de Ley universal inamovible.
Priorizando el Derecho se desprecia y oculta las causas
que producen la fricción que genera el conflicto social. Así un indigente robaperas
es un ladrón con independencia de la fuerte desigualdad que mantenga con su poderosa
víctima. La igualdad ante la ley es el velo que oculta la desigualdad real
mediante un ordenamiento jurídico –la Ley–, que prioriza los efectos sobre las
causas. El derecho crea realidad de la misma forma que la deuda crea capital.
Derecho y economía son la misma cosa, aunque en las
universidades se reconozcan como materias diferentes. La esencia de la matriz
de las plusvalías capitalistas es «el
derecho», un concepto que damos por sentado pese a que rara vez nos
detenemos y reflexionamos en torno a lo que realmente significa. Por el contrario,
abundan los tratados que investigan la ontología implícita en el concepto de «valor» como eje central de la mística
marxista. Derecho y valor son conceptos espejo que reflejan la misma idea de
poder.
Los
poderes del Estado
Quizás la paradoja mas relevante del Estado de Derecho
sea el hecho de proteger al poder real bajo el entramado de la falsa idolatría
del culto acrítico a la norma. ¡No hay alternativa! Y ese dogma refuerza el
absolutismo de los dos poderes reales del Estado moderno; el poder económico y
el poder judicial.
Respetar la Ley es respetar el orden establecido que
estructura la jerarquía de poder. Esta es la piedra angular de toda la cultura
política de Occidente desde el Imperio Romano hasta los Estados Unidos
Corporativos de Norteamérica, pasando por la Revolución Francesa de 1789. Estructura
de poderes que en el siglo XX se ha desdoblado con el especial reconocimiento del
poder económico como cuarto poder globalizado mediante la independencia de los
Bancos Centrales. Nótese la paradoja de que el poder económico actual rebasa
los límites de las patrias, los estados y los territorios y su jurisdicción es
global, en pura contradicción con los ideales patrióticos de las derechas
clásicas.
La división de poderes es, pues, la falacia más
conocida del Estado moderno, y el constitucionalismo –como libro sagrado que
define la amplitud del juego de poderes y contrapoderes de una sociedad–, es el
catecismo básico del Estado de Derecho. El que define los derechos del poder
establecido sobre los contrapoderes en fricción o conflicto.
El misterio se cierne sobre el concepto de «conflicto» y el desequilibrio que
encierra ese concepto en el ámbito jurídico, pues no es «conflicto jurídico» que un potentado niegue sustento a un
necesitado, ni las múltiples formas habituales de explotación, o de extracción
de rentas. El conflicto jurídico preferente surge cuando el inferior «invade» el ámbito de libertad del «superior» en el ordenamiento jerárquico
instituido.
El
Estado de Derecho de la Propiedad
Consecuentemente el eje central del Estado de Derecho,
no es otro que la protección de un determinado concepto del Derecho de
Propiedad que prioriza la propiedad privada sobre la propiedad común, o
propiedad pública. El ordenamiento jurídico la prioriza tanto en la vertiente
material de lo poseído, sin restricción de acumulación, como en la vertiente
subjetiva del privilegio del poseedor y titular de facto.
La jurisprudencia aporta innumerables pruebas
objetivas tanto de este expolio de riquezas públicas y sociales, como del
acreditado desequilibrio de derechos civiles que hunde al país en el colapso de
todo su sistema institucional de gobernanza. Un colapso que, no obstante, tiene
características propias, muy diferenciadas de la crisis global del orden
neoliberal de las democracias occidentales.
Así, bajo la política del pragmatismo, la paz de la
transición del 78 conservó la cultura del orden elitista, revestida ahora con
el velo de la meritocracia bajo el sesgo efectivo del favoritismo, el nepotismo
y el fraude en claro perjuicio de la lógica del merecimiento. En 1978 era, sin
duda, lo políticamente correcto para justificar la forma de jerarquía que debía
ajustarse al nuevo ideal democrático, sin ruptura. En 2019 el fraude rebasa ya
la propia ortodoxia universitaria y el nepotismo puede observarse a simple
vista. El mérito no es un esfuerzo, sino un título de propiedad y un atributo
de clase.
La actual situación económica, política e
institucional del país muestra claramente que las élites de la democracia
española dependen de la desigualdad cronificada por un sistema educativo
desigual y desorientado que pasó de la multiplicación de instituciones
universitarias de media y baja intensidad, a la apuesta por la formación
profesional en habilidades con fecha de caducidad.
El desacople de nuestro sistema educativo de los
flujos mundiales de ideas, innovación y desarrollo, dificulta –si no
imposibilita–, el fomento tanto del pensamiento crítico como de la creatividad
necesarias como actitud ante la vida cívica y laboral. Un sistema educativo que
lejos de dar forma a la igualdad de oportunidades estructura la desigualdad
bajo el mantra del orden elitista basado en la creación de «operarios» laboriosos y «talentos» para las estructuras
jerárquicas de las instituciones y empresas que concentran el poder en España.
Promociones talentosas que no solo no han logrado la estabilidad del sistema,
sino que tampoco frenan su agudo proceso de degradación.
El
modelo del Estado dinámico de inclusión
En noviembre de 2017 el presidente de China Xi Jimping
se dirigía a los líderes económicos de Asia y el Pacífico defendiendo la
inclusión en la era de la disrupción para trazar un futuro común. Xi Jimping
habló de la necesidad de enfrentar los desafíos a través de la cooperación
eliminando todos los obstáculos institucionales que frenan la innovación.
Sus palabras tienen el respaldo de los logros
alcanzados por China en la última década emergiendo como uno de los milagros
económicos más relevantes de la historia del planeta desde la Revolución
Industrial del siglo XVIII en Inglaterra.
El plan Chino «Made
in China 2025» tiene fijados sus objetivos tanto en la consolidación y
ampliación de las industrias existentes en el país, como en el fomento de la
diversidad, y fija en el horizonte de 2049 el objetivo de convertirse en el
país líder de la industria manufacturera del mundo.
Más cerca y ya en el ámbito de la Unión Europea, el
gobierno alemán presentó en 2013 el plan Industry
4.0 centrado en el concepto de la «Smart
Factory» para que las industrias del futuro sean más sostenibles e
inteligentes con base al desarrollo de sistemas ciberfísicos, que integran tecnologías avanzadas como la
automoción, el intercambio de datos en la tecnología de manufacturación y la
impresión 3D, etc. Y recientemente, en este año 2019, el gobierno alemán
presentó también un amplio plan de inversiones para el desarrollo de energías
renovables.
No basta con la gestión de los graves desequilibrios
generados por el austericidio de la última década. El nuevo gobierno de la
izquierda tiene que abrirse paso en la desilusión y el abatimiento de un
presente sin rumbo y abrir la perspectiva de un futuro mejor estructurado en
torno a la cooperación para enfrentar con éxito los desafíos del cambio
eficiente y real de España.
©
191114 PACO MUÑOZ
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