La democracia española transitada en el 78, neoliberal
en el 92, austericidada en la segunda década del siglo XXI y supremocasticista
en el 2019 ha convertido a los supervivientes y acomodados de la pauperizada
clase media española en la clase más pequeña de Europa, sólo poco más grande
que la de Lituania y Bulgaria, según el estudio recientemente publicado por
Eurofound “Recent
developments in the state of the middle classes”.
Aún así, esta clase media que nunca vio el Estado del
Bienestar Keynesiano conforma la pomposa categoría nacional del proletariado
con dinero ya que los ricos españoles son mayoritariamente rentistas y el resto
carece de poder adquisitivo necesario para alcanzar el estatus del buen
ciudadano medio capaz de ejercer su actividad mental justo en el estadio previo
al de la reflexión y el pensamiento, capacidades que en ningún momento se le
presuponen al ciudadano medio español por cuanto tampoco transitaron de la
dictadura a la democracia por razones obvias.
Es, pues, este proletariado con dinero –que según
Eurofound constituye el 54% de la población española–, el que conforma el target mediático del mundo publicitario
y define la categoría mercantil del cliente preferente de los mercados y
grandes superficies de la política española.
Los
hábitos y los disfraces
Embriagada por el mal de la banalidad de sus hábitos y
quehaceres la clase media española vive en un presentismo rigurosamente
aferrado a los signos del pasado hasta el punto de soñar con una república utópica,
los unos, mientras que los otros piden el retorno de la Grande y Libre, con el
dictador volador, la reencarnación de un Millán Astray con apellido inglés y un
reconquistador a caballo exigiendo la expulsión de los menas.
Todo el mundo se disfraza de experto porque la
ignorancia es un juego divertido al acierto de la quiniela de la encuesta de
turno. Lo que interesa es el resultado porque nadie cree que el futuro puede
ser diferente. ¡No hay alternativa!
El fútbol es el paradigma. Da igual quién gane la
liga, lo importante es el entretenimiento de la banalidad del juego emocional entre
los buenos y los malos. La vehemencia sin escrúpulos junto con la majestad del
desprecio, convierten la ignorancia en fuente de la sabiduría efectiva. El
mundo es simple y .
Todo se reduce al espectro político de las filias y
las fobias; la complejidad se penaliza en las urnas. Así, mientras que la
derecha reproduce el lenguaje del orden históricamente establecido en la lógica
de lo que hay (conservadores), la izquierda carece de simpleza en sus
planteamientos de cambio y usa un lenguaje tecnocrático, poco intuitivo, del
cambio si, pero mientras tanto… Un «si; pero…»,
que genera gran frustración entre sus filas.
Luego una vez en el gobierno nadie espera cambios
trascendentes más allá de las reubicaciones clientelistas propias del equipo
ganador. Tras las elecciones, prensa y expertos se acomodarán rápidamente al
nuevo flujo de conveniencias y oportunidades toda vez que la banalidad de la democracia
española se entiende plenamente como el libre mercado de las marcas políticas.
Las marcas
Así, las marcas de la izquierda hablan en los términos
de las utopías de la ciudadanía del siglo XIX y XX en línea con los viejos
lemas de la Revolución Francesa de libertad, igualdad y fraternidad
actualizados por el tamiz del individualismo neoliberal. Una operación compleja
que dificulta su comprensión por gran parte de la ciudadanía.
Por el lineal de las derechas españolas, la propiedad
es el tótem de culto por lo que la libertad siempre se traduce en términos de
capital y el Estado no es más que un instrumento dinamizador del capital
siempre dirigido por las élites capacitadas. Su oferta es clásica, y apenas
requiere esfuerzo intelectual para entender de qué se trata. Los más antiguos
hablan del liberalismo y los más modernos lo llaman neoliberalismo, pero el
núcleo central es el orden de la desigualdad.
Las
secciones del supermercado
Por la izquierda tenemos la socialdemocracia del
cambio si…, pero mientras tanto, hacemos lo que podemos; primero adaptación y
luego acomodación. ¡Las sentencias hay que cumplirlas! A la izquierda de la
primera izquierda nos encontramos la sección del yo puedo, sin mi no puedes y
conmigo yo hago de la necesidad; poder.
Por la derecha nos encontramos a los libertarios del
tránsito que mantienen al orden de la dictadura en el sagrario de lo intocable.
Todo futuro ha de construirse sobre el orden de la dictadura. El presente es la
estabilidad constitucional como realidad eterna. ¡No hay alternativa!
Tras ellos nos encontramos los ultraliberales del
centro extremo obsesionados en abandonar el palio de la transición vendiendo el
santo grial de la libertad para acumular capital bajando impuestos y liderando
la gobernanza institucional del Estado jibarizado. ¡Sea usted libre, pague
usted mismo sus servicios públicos!
Finalmente, en el lineal del sótano nos encontramos
con la oferta de los fanáticos religiosos que salen del corazón mismo del Valle
de los Caidos y que pretenden usar sus ascendencias divinas para determinar el
significado de las prácticas políticas en clave de reconquista del pasado. Su
túnel del tiempo solo transporta en una única dirección, del presente hacia el
pasado imperial. El futuro de España consiste en retroceder en la historia.
Las
ofertas del mes, la liturgia del santo debate y la comunión demoscópica
En estas elecciones el mercado español se encuentra de
oferta frente a una demanda saturada y desorientada ante una agresividad de
formas carente de fondo. La vacuidad semántica de la oferta política se
enmascara tras el velo del lenguaje emotivo subido de tono.
Mentir ya no es la excepción, sino que es la parte
fundamental de la liturgia evangélica basada en la estupidez funcional que
fomentan los medios de comunicación aboliendo la reflexión y el rechazo de toda
capacidad intelectual distinta a la miopía de la realidad desplazada y
focalizada sobre significados extirpados de la realidad subyacentes.
Ferreras en el templo bipolar de Atresmedia se ha
convertido en el gran administrador de esta estupidez funcional transformado en
sumo pontífice de la verdad mediática. Corbatas, atriles, colores y estaturas,
etc. dan forma trascendente a un debate de formas intrascendentes por su
esencia evanescente. Y la volatilidad de esta fórmula mediática radica en la
incomprensibilidad de un flujo de ideas no estructuradas, ni subordinadas más
allá de las voluntades narcisistas de los debatientes.
El debate se reduce a una fuente de perplejidades
generadas por un duelo de palabras que chocan unas con otras en un nuevo tipo
de esgrima de atriles, o púlpitos, sin más brillo que el espectáculo de la
generación de emociones en el espectador pasivo acomodado en el sofá. Pasividad
que llega al extremo del fin de fiesta del experto encargado de revelar al
espectador la papilla del espectáculo en forma de las claves relevantes
servidas en el cáliz de las apariencias de la imparcialidad de expertos bien
parciales.
El sinsentido irracional de estos debates se
complementa con la estupidez de las encuestas convertidas en oráculos modernos
de una sabiduría de obsolescencia programada al día de la convocatoria
electoral. Carece de sentido avanzar encuestas sobre el resultado del partido
de fútbol Barcelona Real Madrid. Incluso si la encuesta acertara el resultado
no hay vínculo causal alguno que lo justifique más allá de la mera utilidad
para el juego de la quiniela.
¿Quién juega a la quiniela política? ¿A quién le
interesa la utilidad de anticipar el resultado electoral? Son preguntas
relevantes por cuanto su respuesta no da la clave del presentismo y su angustia
frente a un futuro incierto. Más allá de las propias redes clientelares de cada
partido político la utilidad de estas encuestas se oscurece drásticamente para
transformarse en una suerte de comunión demoscópica en romería de fe estocástica
al santuario de las mayorías del mientrastanto.
La
paradoja de las derechas casposas y las izquierdas pragmáticas
Una de las grandes paradojas de la transición del 78
es la eliminación jurídica del tiempo mediante la legalización del régimen
franquista primero con la Ley de Amnistía y luego con la subsiguiente
Constitución del 78. Europa sigue siendo un concepto lejano donde no comprenden
nuestras euroordenes, ni en Madrid, ni en ninguna parte del Estado Español, se
entiende el signo de los tiempos lo que nos lleva a un sinfín de situaciones paradójicas
de difícil comprensión.
No es comprensible que la derecha española acuda ahora
a las elecciones enarbolando la casposa idea de la bajada de impuestos en medio
del derrumbe de la doctrina económica monetarista ante el general fracaso de la
política neoliberal de la expansión cuantitativa de los Bancos Centrales, la
FED incluida.
Justo después del discurso de la nueva Directora
General del Fondo Monetario Internacional (FMI) Kristalina Georgieva abogando
por el impulso del gasto fiscal –el llamado «cortafuegos fiscal»– para activar urgentemente la demanda y cortar la
desaceleración de la economía mundial; la derecha española se monta en el tren
equivocado y en dirección contraria al signo de la evolución económica. Es
decir; al continuo retorno al pasado de la reducción alegre de los impuestos.
El aislamiento secular de la derecha española ni
siquiera percibe los cantos de sirena que en el mismo seno de la Comisión
Europea sugieren ya que la política monetaria acomodaticia no es suficiente
para revivir el decadente crecimiento del PIB europeo. Cada vez son más los gurús
económicos europeos que abogan por el incremento de la inversión pública. Incluso
los documentos publicados por la Comisión Europea (Jan in 't Veld 2019)
defienden abiertamente la idea de que el estímulo fiscal tiene un mayor impacto en el crecimiento a corto
plazo y un efecto más benigno en la ratio de endeudamiento a largo plazo. En
este sentido son muchas ya las voces que claman por la reforma del límite
deficitario.
La irracionalidad de la derecha española estancada en
la ignorancia secular es un grave defecto de la democracia española. Ignorancia
que asimismo se extiende al proletariado con dinero mediante una izquierda soft
de baja energía transformadora y menos sentido del signo de los tiempos.
Izquierda que peca de exceso de adaptación a «lo que hay» bajo un pragmatismo que naufraga en la catarsis trágica
del neoliberalismo globalizado.
© 191105 PACO MUÑOZ
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