La Calle de Córdoba XXI

viernes, 8 de noviembre de 2019

La gran mentira de España


Resulta, cuanto menos, curioso que la democracia española transitada desde la dictadura franquista habilite un día de reflexión antes de la convocatoria electoral, como un acto de pomposo moralismo frente al inopinado sueño de cambio del orden real del poder.

En este artículo quiero centrarme en la racionalidad de las creencias políticas y de los creyentes, pero muy en especial propongo al lector una pequeña reflexión sobre la racionalidad de la elección que cada uno hace sobre la creencia que fundamenta y dirige su propia fe política.

Reflexión en el sentido de considerar si su creencia le dice algo objetivo y/o verdadero sobre la realidad de los hechos y acontecimientos que experimenta a lo largo de su vida. La primera condición es que no debe confundir objetividad con la intersubjetividad de las verdades parroquiales dado que entre iguales toda verdad interpretada es, en gran medida, igual a sí misma, y entre diferentes sólo cabe la confrontación o el consenso.

No se trata de reflexionar sobre interpretaciones de lo real, sino sobre la realidad como algo objetivo, pues en el mundo de las interpretaciones la objetividad de la confrontación es el resultado del poder de las fuerzas combatientes, mientras que la objetividad del consenso se centra en la justificación de razones suficientes para adoptar una nueva fe con apariencia del mejor «saber». Consecuentemente el consenso se fija sobre el poder de una nueva lógica que deriva en el reconocimiento de un nuevo marco de realidades con proyecciones de lo irreal.

La realidad de España
La propuesta de este artículo es la de una reflexión introspectiva y binaria. Es decir; en soledad ante realidad, siendo la realidad España.

La Constitución de 1978 emerge, pues en España, como un nuevo marco de potenciales realidades con grandes proyecciones de lo irreal. El orden de la dictadura transitaba al nuevo orden de la democracia con todas las garantías de reconocimiento real en el consenso general de que se aceptaba la creencia del gran éxito de la paz democrática española.

Convengamos, pues, en que los que aceptan creencias irracionales no son «sapientes», sino «creyentes», y que la diferencia entre sapientes y creyentes es siempre un criterio ad hominem sin condición alguna de verdad.

Los géiseres de realidad en la España de la ficción teatral
Cuarenta años después de la ficción del 78 la realidad emerge hoy con fuerza en un sinfín de géiseres, pequeños y grandes, que muestran objetivamente la absoluta carencia de instituciones del Estado que estén ancladas en la realidad y en los hechos objetivos distinguiendo entre verdad y mentira; promoviendo la justicia, o el mero equilibrio.

La ficción permanente ha convertido España en un teatro absurdo, divertido para el turismo y fantasmagórico para los desposeídos; precariados, parados y desgraciados, de todo género y condición.

La tozuda resistencia de las élites de todo tipo a reconocer lo real convierte la realidad fragmentada y pigmentada en un negocio político, jurídico y económico que envuelve todo en la mentira permanente creando psicosis colectivas donde la charlatanería, el oportunismo y los profetas producen la gran nube de un Estado carente de principios de realidad.

La realidad española se articula en torno a una ontología bipolar del significado en permanente tensión contradictoria donde el concepto de “libertad” va estrechamente vinculado con el de dependencia y vulnerabilidad. Libre es el señorito portentoso como libre es el jornalero para pasar hambre; la igualdad aquí es incuestionable. O como dice el ministro Ábalos del PSOE; crece el paro porque la gente tiene más ganas de trabajar y se inscriben en el INEM.

La difamación de la verdad y el triunfo de lo patológico
La ficción española llega a tal punto de refinamiento que ya ni siquiera necesita de los molinos de Cervantes para digerir la realidad con quijotescas mentalidades pues en la España transitada del siglo XXI ni hay pobres ni presos políticos, sólo hay ricos sin dinero y políticos presos. Tampoco hay violaciones, sólo abusos de menores.

Decía Chris Hedges citando a Hanna Arent (1) en ‘Los orígenes del Totalitarismo’ que; «El resultado de una sustitución sólida y total de la mentira por la verdad fáctica no es que la primera es aceptada como lo verdadero y la verdad es difamada como si fuera una mentira, sino que el sentido en que nos orientamos en el mundo real – y la categoría de lo verdadero frente a lo falso es uno de nuestros medios mentales encaminados a este fin– se está destruyendo.»

A diferencia del resto de Europa la dictadura española difamó la verdad durante 40 años de forma consistente modulando generaciones enteras educadas en la fantasía del dictador. Su lógica pervive aún hoy y se reproduce en la psicología de las interpretaciones colectivas de la democracia hasta el punto de considerar normal, lo que es objetivamente patológico.

Los tres  grandes síntomas de la mentira patológica
Nadie critica esta realidad objetiva con lo que la democracia española reproduce en el siglo XXI la misma situación de fábula que contó en 1837 el escritor Hans Christian Andersen en su cuento de hadas del nuevo traje del emperador donde advertía de la paradoja de que no tiene que ser verdad aquello que todo el mundo piensa que es verdad.

Tres son los grandes síntomas que revelan la fuerte irrupción a la superficie de la mentira patológica que subyace latente en la democracia española. De un lado la violencia de género, en segundo lugar, el sueño húmedo de la república independiente de Cataluña y en tercer lugar el empuje de Vox.

Los altos niveles de paro crónico y de economía sumergida, la corrupción y el mal funcionamiento de las instituciones protegidas por la falacia de una justicia de etiquetas con derechos de fantasía y jueces de conveniencia son ya parte del decorado de lo anormal normalizado.

El desdén y la izquierda desnuda
Una normalidad que genera amplias dosis de desdén y distanciamiento de una creciente parte de la población frente a las ansias de fastuosidad y de poder de las élites transitadas, lo que refuerza el impulso de la lógica de la dictadura en la derecha española alcanzando su grado máximo en las mentiras patológicas de Vox.

La izquierda se refugia de nuevo en la prudencia del miedo a la realidad de la descomposición global del paradigma neoliberal que deja en total desorientación a su modelo de gobernancia pragmática en una España que nunca fue liberal, ni socialdemócrata.

Ni la izquierda académica, ni los sindicatos de clase dan respuesta alguna al hecho fáctico del fracaso sistemático del cooperativismo en España, en cualquiera de sus formas empresariales. Tampoco aquí la etiqueta de izquierdas hace al monje por o que la izquierda española tampoco lleva traje al igual que el emperador de la fábula de Andersen.
 © 191108 PACO MUÑOZ

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(1)   http://www.sinpermiso.info/textos/la-mentira-permanente-nuestra-amenaza-mas-mortifera


1 comentario:

camino dijo...

191108
Felicitaciones.muy buen artículo.
Está España entre lo viejo y lo nuevo. Lo renovador y creo que A muchos españoles le cuesta entender eso.