La Calle de Córdoba XXI

lunes, 22 de marzo de 2021

MADRID 4 DE MAYO: MISERIA LIBERAL O SALTO ECONÓMICO

 ¿Qué secreto tiene la libertad como receta del siglo XXI para resolver los problemas de España; es un brindis cara al Sol, o es la pócima mágica que rompe los grilletes de nuestra economía tradicional? 

En una situación económica caracterizada por las altas tasas de desempleo y precariedad, la caída del PIB, el desmoronamiento de rentas, la agonía de las Pymes y una esperanza basada en el endeudamiento, las derechas nacionales vibran por la libertad al mismo tiempo que todos los sectores económicos preparan sus cuentas bancarias para que entren los fondos europeos. Libertad subvencionada; ¡eso sí! Porque la libertad de las derechas constitucionalistas no refiere un derecho, sino un privilegio caro de mantener incluso con un sistema normativo que protege la acumulación de riqueza como pilar fundamental del Estado de Derecho.

En mitad de la pandemia y con un futuro incierto –más rentista que productivo–, y con perspectivas de poco valor añadido, Ayuso excava ahora en Madrid el túnel del tiempo para revivir una nueva versión de la batalla de la sociedad de los privilegios privados contra la amenaza de los reformistas fiscales y los igualitaristas de lo común.

Así pues, mientras que en el occidente post Marshall las cuatro libertades de Roosevelt y el oasis keynesiano de «los treinta gloriosos» murieron decrépitos y asfixiados por la selva neoliberal globalizada; la vieja bipolaridad ha evolucionado a un escenario de multilateralidad irreversible. Un escenario por el que España transita acomodado en el vagón de cola con una economía débil y dependiente; fuertemente tutelada por los países frugales de una Europa de marcada debilidad geopolítica. 

Y justo en este escenario, la intelligentsia política de la capital de España (Madrid) lejos de mirar al futuro, se mira al ombligo y nos retrotrae ahora a la bipolaridad del viejo sistema mundo de las películas del oeste, en versión madroño, planteando un duelo existencial entre «La Libertadora, el Soso, la Mas y el Malo.»

Ayuso y los picapiedra antipapales

A falta de mejor alternativa, Ayuso y Casado nos meten ahora en el túnel del tiempo acompañados de los picapiedras de la tribu de Abascal; 30 años después de la caída del muro de Berlín. Y rescatando además de la naftalina los lemas de la Guerra Fría de «Comunismo o Libertad», en versión actualizada por Trump y Bannon para airearlos en Madrid como nueva Normandía de modernidad postpandémica. Cualquiera diría que es una broma. ¡Pero no!

La desorientación parvularia de nuestras tres derechas es tan brutal que perfora la realidad; no ya por la situación transatlántica, la emergencia de China, o la carta de intereses de los países frugales europeos, sino también por el fracaso de la denominada «Academia Judeo–Cristiana para Occidente», al que el Estado Italiano le ha negado recientemente la posibilidad de establecer en la Cartuja de Trisuli la sede del denominado lobby «antipapaFrancisco» junto con el «Instituto Dignitatis Humanae» impulsado por la ultra derecha europea, entre los que figuran los caballistas de Abascal. ¿Es Vox parte de un movimiento herético contra el Vaticano?...

El clientelismo en el imperio de la ignorancia incompetente

Parece que los conservadores españoles pueden tener un grave problema de ubicación en el mundo actual donde aparecen perdidos en el imperio de una ignorancia caricaturizada en la falsa dialéctica de las sombras del pasado –comunismo vs liberalismo–, y enmascarada en la no menos falsa antítesis de «salud versus economía».

Sin embargo, el esperpento más relevante que destapa la convocatoria de elecciones en Madrid y se evidencia también, con toda claridad, en el debate público que suscita la campaña, es el paradójico fracaso de nuestro sistema académico, económico y mediático, incapaz de liberarse del clientelismo político e institucional y centrar al país en las coordenadas del siglo XXI. 

El hecho más preocupante de este oscurantismo inexcusable es la incógnita de si las derechas españolas tienen algún tipo de conexión con los sectores económicos no rentistas, por cuanto la bandera de la libertad irresponsable es incongruente con la bandera de la innovación, la productividad y la eficiencia en los mercados. Es decir, que la cuestión más preocupante, por esperpéntica, versa sobre cuales pueden ser los sectores económicos que apoyan las políticas de las actuales derechas españolas. ¿O es que van por libre? Sería, pues, muy ilustrativo pedirle a la CEOE que defina claramente cual es su concepto de «libertad» y cuales son los retos que deberían resolver el impulso de la economía española.

La paradoja incomprensible

En este contexto resulta paradójicamente incomprensible que en un sistema económico fuertemente dependiente de los Presupuestos Generales del Estado con un sector privado dominado por los servicios y la dependencia financiera y tecnológica exterior, la derecha española defienda un liberalismo arcaico e irresponsable; basado en la privatización, la desregulación de los mercados, el Estado mínimo y la fiscalidad no invasiva, reivindicando la «market friendly democracy». Es decir; la subordinación de la democracia al capitalismo. Algo que lleva ya tiempo cuestionándose tanto en el World Economic Forum de Davos, como en la Business Roundtable de EE.UU. donde se defiende el concepto de «stakeholder capitalism» con la creación de valor compartido. 

Sin embargo, nuestras élites políticas, económicas y mediáticas, anquilosadas en los territorios pantanosos del pasado, se adaptan ahora a la vieja dicotomía de 1945 de la Guerra Fría permitiendo a las tres derechas defender inopinadamente, en plena pandemia, la falsa antítesis «salud–economía» bajo la disyuntiva «Comunismo o libertad».

La izquierda académica tampoco mejora la situación. Simplemente se limita a la tradición académica de un reformismo del capitalismo basado en cuidados paliativos; sin proyecto de fondo, ni diagnóstico empírico de la realidad. Gabilondo se instala en el centro aséptico de parálisis fiscal y califica a Iglesias de extremista. Mientras, el gobierno “socialcomunista” equilibra su extremismo centrado con el socialismo de Calviño y el comunismo burocrático del Ingreso Mínimo Vital. No hay más.

El enfrentamiento caleidoscópico de marrones sepia

«Comunismo o libertad» resume, pues, el enfrentamiento caleidoscópico que pretende la derecha entre un capitalismo rentista basado en privilegios contra un comunismo paliativo de último recurso. Sin embargo, la realidad objetiva es que el denominado gobierno de coalición (PSOE y UP) tiene en sus manos la llave de un futuro diferente con un eficaz uso de los fondos europeos contra la crisis económica de la pandemia. Un uso instrumental dirigido a transformar una economía dependiente basada en los servicios, el turismo y la agricultura, en una economía más independiente con mayor impulso innovador y mejor perfil en la generación de valor.

La cuestión es si la izquierda puede evitar entrar en el túnel del tiempo construido sobre los PGE por el triángulo del madroño; Ayuso, Casado, Abascal, donde, al estilo de las Bermudas, desaparecen Fondos Públicos No Identificados, cuando no se lapidan en obras ineficientes. Tampoco parece muy excitante una estrategia de gobierno tranquilo contra la mascletá de una derecha con mando en Madrid. 

Consecuentemente Madrid configura un punto de inflexión donde se hace necesario marcar territorio y aprovechar la campaña de las elecciones del 4 de mayo para formular un proyecto de país de futuro sostenible que reforme y actualice las instituciones con criterios de eficiencia dentro de las coordenadas del multilateralismo real. No es plausible concebir que el Estado español pueda subsistir en el siglo XXI bajo la vieja disyuntiva de trinchera decimonónica entre «propietarios» contra «no propietarios».

La libertad tóxica

Para empezar, ya es hora de que la izquierda española diga bien claro que la libertad de la desregulación de los mercados es una falacia del siglo XIX, pues la competencia reduce los beneficios de las empresas. Una realidad empírica que en el marco de los mercados desregularizados tiende a la formación de monopolios donde los grandes se comen a los pequeños imponiendo la economía de escala. Se trata pues de una «libertad irresponsable», tóxica, que genera oligopolios a costa de la concentración de los mercados y la extinción de los pequeños. Amazon es el ejemplo más reciente, pero la historia económica está plagada de más ejemplos, con el agravante de que la pandemia ha puesto de manifiesto en España la debilidad de las Pymes, el sector más relevante de la economía española, en el que las empresas de servicios carecen, en gran parte, de resiliencia económica, y una proporción importante de autónomos sobreviven con economías de subsistencia. 

En esta realidad la disyuntiva que plantea la derecha es del estilo «ganador–perdedor» centrada en la lucha tóxica entre las miserias del precariado contra las miserias de los supervivientes. Pero lo que necesitamos ahora en España para afrontar el siglo XXI es la implantación cultural del estilo «win–win» (ganador–ganador) donde todas las partes ganen.

Sin embargo, y contra toda lógica constructiva, lo que la derecha española plantea el 4 de mayo es un retorno al conservadurismo decimonónico basado en la libertad irresponsable que protege el interés de las oligarquías frente al interés general creando dos problemas colaterales. Por un lado, daña a los consumidores subiendo los precios al dominar el mercado buscando los rendimientos de escala, y por otro baja los salarios al imponer las condiciones de trabajo en la lógica de la productividad de coste marginal cero y la precariedad del trabajador. 

Lógica libertaria tóxica que también es muy fácil de apreciar por el consumidor en el sistema agroalimentario donde los pequeños agricultores subsisten en la ruina mientras los grandes inversores imponen precios donde un cuarto de sandía se vende al consumidor entre 3 y 4 euros. En este mundo, la cadena de valor es el imperio de los capitalistas, no el de los productores.

El círculo vicioso

La privatización, va asimismo de la mano del Estado mínimo y de una fiscalidad favorable a la acumulación de capital. Se crea así un círculo vicioso que la pandemia, más que nunca, ha mostrado con toda claridad a toda la ciudadanía. Con la privatización no es posible tratar una pandemia, ni tampoco se puede abordar el problema del cambio climático porque se impone la lógica del beneficio privado por encima de cualquier razón de utilidad pública. 

Con esta lógica hegemónica, y sin fuerzas compensatorias, toda concentración de capital tiende a crecer a partir del derecho mercantil y del Código Civil, algo que la izquierda moderada se empeña en ignorar excluyendo de su espectro reformista la función legislativa en los campos trascendentes del sistema económico. El principal objetivo de lo que en el esquema liberal del denominado «Estado de Derecho» se conoce como «seguridad jurídica» no es otro que blindar los contratos y los negocios dentro de un marco de asimetría normativa que protege al capital privado por encima del interés general.

 Consecuentemente, mientras no se introduzca una racionalidad jurídica equilibradora, el concepto de «libertad» señalará siempre en la dirección del privilegio decimonónico de la libertad irresponsable (ganador–perdedor) de los propietarios frente a la exclusión de los no propietarios.

El principio de armonía de una libertad sostenible

Sin embargo, la separación ficticia entre economía y democracia se hace cada vez más insostenible a medida que las crisis del sistema se hacen más profundas y frecuentes estrechando la racionalidad coste–beneficio. En este punto los ganadores son las gigantescas corporaciones globales tipo Amazon, Microsoft…, y hasta Inditex. Las Pymes subsisten con tasas de beneficio menguantes en una estrecha zona permanentemente azotada por las grandes crisis del sistema.

Un estrechamiento que la derecha trata de solventar retomando, por la ultraderecha, la vieja lógica de la dominación para justificar la estructura de privilegios mediante el embeleco nazista del derecho amigo/enemigo del Carl Schmitt. Rescatan del baúl de los recuerdos la vieja guerra de «los otros» contra «los nuestros»; los rojos contra los Ayuso.

Entrar en ese túnel, no es que sea un error, es que es hundir al país entero en la miseria para todo el siglo XXI. Máxime cuando el ambiguo concepto de la función social de la propiedad plasmado en el art. 33.2 de la Constitución Española del 78, se encuentra ya muy amortizado en la era neoliberal y el viejo concepto napoleónico del derecho de propiedad exclusiva y excluyente tiene ya la caducidad pasada y el sello de «insostenible» figura estampado en el envase.

Ya no se trata de reformar para no cambiar, sino que se impone la necesidad de evolucionar para mutar, pues el principal problema político del siglo XXI se centra en la armonización del derecho de autonomía personal con un derecho de propiedad sostenible e interdependiente con el interés general. Consecuentemente el futuro no se encuentra en el dilema entre comunismo o libertad, sino en el principio de armonía de una libertad responsable y sostenible.

210322© PACO MUÑOZ



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