Luís Planas, Ministro de Agricultura |
A diferencia del
resto de las profesiones y sectores, el vocablo “los agricultores”, señala siempre un concepto compacto que agrupa
tanto al gran propietario como al minifundista de huerta, o al jornalero sin
tierra. En el agricultor no hay mayor distinción entre propiedad y trabajo cuando de
reivindicaciones y protestas se trata, y según rezan las pancartas de las
manifestaciones actuales; «agricultores y
ganaderos se encuentran al límite.» ¿Qué límite?
Previo a las manifestaciones de malestar de los agricultores españoles, el pasado día 20 de enero publicaba el FMI su informe anual sobre las
perspectivas de la economía mundial para este año 2020 (1) y declaraba que la
economía mundial se encuentra en «zona de
peligro» por una desaceleración de la economía «inusualmente aguda». Peligro que el FMI justifica tanto en la vuelta al proteccionismo
arancelario como en la consecuente distorsión en las cadenas de suministro. Factores que generan la contracción del PIB global en un punto muy cercano al umbral de la recesión mundial
comúnmente fijado en el 2,5%. En este sentido el FMI fijó el PIB de 2019 en el
2,9%.
El problema del límite
Nueve días después del
informe del FMI, la UPA (Unión de Pequeños Agricultores), publicaba en su web;
“las 10 principales reivindicaciones de los agricultores y ganaderos al
límite.” (2) Pocos días después se pone en marcha la cadena de persuasión
mediática donde expertos de todo tipo imparten lecciones de historia agraria y
rural, traducen efectos, y demonizan al gobierno por el SMI.
Al mismo tiempo los
grandes medios de comunicación inmolan en el altar de las purezas a los sacrificados
agricultores, –abnegados labradores y ganaderos; legítimos descendientes de
Adán y Eva que –entre cosecha y matanza–, escrituraron las tierras del paraíso
terrenal para convertirlas en fuente privatizada de alimento de la humanidad. Así,
en la parte audiovisual de expertolandia los intrépidos reporteros abren el
micrófono para que «los agricultores» digan las consignas de las
manifestaciones y muestren a los clientes de Mercadona, Carrefour, DIA, Eroski,
Alcampo y Lidl que el límite ya está en la calle; donde siempre estuvo.
La prensa urbana
Ni las televisiones,
ni los expertos de ese fenómeno neopijo puramente urbano denominado prensa, son
capaces de distinguir un agricultor de otro, tampoco al pastor del propietario
de sus ovejas; mucho menos a un terrateniente de ASAJA de un minifundista de la
UPA; así que nadie relata ya el cuento del lobo disfrazado de oveja. Y no se
cuenta porque ahora apenas quedan lobos, así que lo moderno de hoy es ver al
cacique de toda la vida disfrazado de pobre agricultor, que no de jornalero.
Los jornaleros del
Jaén, u otras latitudes, son ya una categoría romántica semiurbana que además molesta
mucho al cacique porque cobra el PER. Pecado que limita mucho la consideración de
los jornaleros por los medios y expertos pues estos jornaleros subsidiados son
los culpables de la importación de migrantes marroquíes, rumanos, y sabe Dios
qué otras especies geopolíticoreligiosas del otro lado de las concertínas:
«el otro límite».
Así llegamos a las
huelgas mediáticas de estos días con el caciquismo –que durante decenios desde
el XIX al XXI vació la España rural acaparando tierras y manejando jornales a
conveniencia según la tradición. La misma que reclama ahora vestido de
modernidad y enarbolando la bandera del nuevo Señor de la naturaleza, el cambio
climático y la repoblación de aquello que vació. Pero una repoblación eminentemente
conservadora que no toque un ápice del catastro, ni cuestione la propiedad
acumulada con los modernismos afrancesados de Thomas Piketty, u otros teóricos
de la desigualdad (3).
La rebelión contra la libertad del mercado y el
«empoderamiento» del poder agrario
Resulta, pues,
curioso que en la web nacional de ASAJA (4) se ignore inexcusablemente el
decálogo de las reivindicaciones de las manifestaciones que si publica la web
de la UPA (2). Decálogo que es perfectamente reducible a dos cuestiones
fundamentales.
En primer lugar, no
se critica al sistema neoliberal; pero si reclaman la regulación del mercado
agrario mediante la intervención del Estado en favor de 6 cuestiones
singulares: el freno a la especulación con los precios agrarios; la falta de
precios justos; la subida de los costes de producción; los recortes en las
ayudas; las barreras comerciales y la reglamentación de ciclos cortos de
comercialización. Toda una OPA hostil a la escuela de Chicago, Milton Friedman
y toda la evolución de la economía neoclásica desde 1970; es decir, la escuela
del dogma neoliberal. Pero ninguna organización agraria reclama la abolición del capitalismo neoliberal.
En segundo lugar,
reclaman el empoderamiento político de los agricultores y ganaderos en virtud
del dominio de tres competencias; competencia sobre el cambio climático, competencia
sobre el control de la fauna salvaje y competencia para asumir del papel
vertebrador de la agricultura y la ganadería frente al despoblamiento y los
problemas ambientales y territoriales. Toda una declaración tentativa de independencia y
soberanía sobre la España rural entendida ahora como una autonomía transversal.
Poder sobre el Mercado y Poder político
En resumidas cuentas,
nuestro poder agrario, se alza ahora en las calles urbanas reclamando “poder sobre
el Mercado” y “Poder político”, dos reivindicaciones que secundan abiertamente
tanto ASAJA como la COAG.
En la revista de
ASAJA (4), y junto a un anuncio de coche de alta gama, su presidente cuasi
vitalicio, Pedro Barato, editorializa sobre los «agricultores al límite»
con epicentro en «…la falta de rentabilidad que atraviesan las explotaciones, los bajos
precios en origen que cada vez afectan a más cultivos, el encarecimiento de los
costes de producción, la caída de la renta agraria en casi un 9%, las dificultades
para exportar derivadas de los aranceles americanos, el Brexit y el veto ruso,
el temido recorte de las ayudas comunitarias que planean desde Bruselas y el
hartazgo ante los ataques que estamos recibiendo…»
Por su parte la COAG (5)
define «el límite» en un comunicado de fecha 18 de diciembre de 2019
–mes y medio antes de la subida paupérrima del SMI–, en el que justificaba la
movilización general agraria diciendo: «La caída generalizada de los precios
en origen, y en consecuencias de las rentas de los agricultores, el permanente
incremento de los costes de producción, la desregulación de los mercados y
eliminación de la preferencia comunitaria, así como la “uberización”
progresiva del modelo social y profesional de agricultura, son razones
fundamentales para la movilización.»
Con el concepto de «uberización» la COAG señala
directamente, a los 6 gigantes – Mercadona, Carrefour, DIA, Eroski, Alcampo y
Lidl–, que con sus sistemas de compra mediante proveedores fidelizados convierten
a los agricultores en asalariados autónomos de sus propias explotaciones
férreamente controladas por el distribuidor.
La crisis del neoliberalismo en el agro español y la
batalla por el control de la «España vacía»
La batalla no es
nueva, pero los medios de comunicación de la derecha la relatan como si lo
fuera culpando al nuevo gobierno progresista de todos los males de la agricultura
española, SMI y cambio climático, incluidos (6). Aquí lo importante no es la
claridad, sino el barullo, la confusión y el jaleo porque lo que realmente se
pide no es otra cosa que la intervención del mercado agrario bajo la lógica de los
grandes terratenientes y el empoderamiento político e institucional de las organizaciones
agrarias sobre lo que parece emerger como una nueva comunidad autónoma transversal
que denominan «la España vacía».
En cualquier caso lo
que si es constante es que la libertad de mercado –exenta de privilegios–, nunca
ha convencido al caciquismo agrario español porque su poder clásico se ha
quedado reducido por su subordinación de facto al poder efectivo de las grandes
distribuidoras de alimentación. Y este es el punto clave de la razón de estas
manifestaciones que muestra al cacique clásico del agro español preso en las
garras del dogma neoliberal de la libertad de mercado.
En estas jornadas de tractoradas
callejeras, la derecha agraria española se rebela contra su propia religión
económica porque la lógica de mercado ha creado a los vampiros que ahora le
chupan el capital. Y la rebelión del malestar de los pequeños agricultores la
dirige contra el gobierno progresista con el único fin de intimidarlo. (6)
No obstante, en la
trastienda de las manifestaciones de estos días Pedro Barato (ASAJA) muestra músculo
también contra Juan Roig (MERCADONA), pero sólo ante los propios no en duelo
cara a cara. Para ello reclaman ahora la intervención de un Estado que siempre
han criticado por inmiscuirse en el libre albedrío del capital y por sus “grandes”
exigencias fiscales. La contradicción es total, y por ello los grandes
agricultores recurren a la piel de cordero de la UPA bajo el subterfugio de la «acción
unitaria».
La criptología rural y el malestar social diagnosticado
por el FMI
¿Qué hace Luís Planas
–ministro «progresista» de agricultura–, en medio de esta representación
teatral? Su gran amigo y catedrático de Sociología Rural del IESA-CSIC, Eduardo
Moyano, desarrolla la tramoya del confusionismo de la tractorada callejera (7) diciendo:
«Es más fácil buscar culpables fuera que soluciones dentro», para
seguidamente concluir: «Pero es un
deber moral escuchar a los agricultores por lo mucho que les debemos y por lo
que nos han dado y nos siguen dando.» Es la vieja tesis de la deuda, desarrollada ahora como dogma de fe
sobre una abstracta legitimidad moral de los dueños «ancestrales» de las
tierras de labranza.
La criptología del
catedrático no señala a ningún algoritmo secreto, sino al buenísmo habitual del
resignado párroco de pueblo que en la clásica pelea entre el cacique y el
alcalde invoca al espíritu santo bajo la formula del salmo al padre de todas
las plantas y animales para apaciguamiento de la feligresía de los sin tierra.
En este caso el 21,5% de la población española; más de 10 millones de españoles
en riesgo de pobreza. Así el salmo recrea la vieja promesa de prioridad de los
pobres en el reino de los cielos, toda vez que siempre es más fácil buscar culpables fuera
del límite que dentro del catastro. En eso tiene toda la razón nuestro devoto catedrático.
En cualquier caso, el
informe del FMI (1) señala como riesgos importantes para las perspectivas de la
economía mundial en el año 2020 tanto la agudización del malestar social, como
el deterioro de la confianza en las instituciones tradicionales; principalmente
la desconfianza en los gobiernos que no gobiernan. Se trata, pues, de fenómenos
que el FMI califica de muy extendidos, y de profundo calado. Malestar social
que pone a la misma altura de relevancia e impacto económico que las tensiones
geopolíticas entre las grandes potencias mundiales. Y todo sin diferenciar
población urbana de población rural.
El gobierno placebo
¿Se enfrentará el
ministro Luís Planas a la vaca sagrada del neoliberalismo en los mercados
agrarios? ¿Limitará el megalatifundismo repartiendo tierras para repoblar la
España vacía? ¿Prohibirá la especulación de los intermediarios?... O, por el contrario,
¿pedirá a la UE más subvenciones para la propiedad de la tierra? O quizás
impulsará la repoblación de ciervos y jabalíes en los montes de la nobleza para
combatir el cambio climático y la España vacía…
Nada de eso. Tal y
como anunciaba el artículo de Eduardo Moyano en El País, Luís Planas crea «La
mesa de diálogo» con los organizadores de la manifestación para «encontrar
la mejor solución» ¿Cuál? y ¿Para quién?...
El ministro Luís
Planas es, sin duda, un auténtico especialista del placebo político en mesa
camilla con brasero; nunca se sorprende a sí mismo. Ningún inspector de trabajo
nunca lo hizo; tampoco nunca lo imaginará. Así que como dice el propio
comunicado del Ministerio del día 4 de febrero, (8) tendremos más de lo mismo.
O sea que el ministerio «Destaca como
principales medidas la reforma de la ley de la cadena alimentaria, la
modificación de la ley de organizaciones interprofesionales o el incremento de
la dimensión cooperativa»…«Por eso, el Ministerio ha propuesto una serie de
medidas enfocadas a mejorar la rentabilidad de las explotaciones
agrarias.»…«apoyar el sistema de seguros agrarios»… « modificación de la ley de
la cadena alimentaria», etc.
El misterio del valor añadido y el problema del reparto
de poder en el cooperativismo agrario español.
El misterio de la
mesa de diálogo se encuentra aquí: «…la
obligatoriedad de incluir el coste de producción como factor para el establecimiento
de los precios en los contratos agrarios…», porque eso es justo lo que
practican ya las grandes compradoras influyendo sobre la cuenta de resultados
de sus propios proveedores fidelizados, por cuanto en el mejor de los casos
–sin trucos, ni engaños–, al conocer los costos se conocen los beneficios y el
comprador con poder es quien establece el precio. Y vuelta a empezar.
Pero si el
capitalismo se basa justamente en el desequilibrio de las partes: ¿A qué se
llama precio justo?; ¿Justo para quién?; ¿Puede un alimento básico tratarse
como mercancía en un mercado capitalista bajo la lógica del máximo beneficio
económico?; ¿Cómo entra el consumidor final en la conformación de ese precio
justo? ¿Pueden 10 millones de españoles soportar incrementos de precio en su
cesta de alimentación?
¿Qué le puede decir
entonces el ministro a las 6 grandes empresas de distribución que trabajan al
amparo de la legislación comunitaria?... ¡Hola, qué tal! Tenéis que reducir
vuestros beneficios hasta alcanzar una cuenta de resultados justa.
Sin embargo, la compleja
realidad de la cadena de suministro, y valor, agroalimentaria no reside en la
suma de sus partes, como lo ven los productores agrarios, sino en su estructura
global, consumidor final incluido. Estructura que no puede organizarse desde la
dogmática neoliberal de la maximización del beneficio de todas las partes de la
cadena de suministros, ya que el eslabón más fuerte impondrá siempre sus
condiciones al más débil. Pero en el sector del aceite interviene un agente tan
potente como las grandes superficies, como son las grandes marcas de envasado
que si suben y bajan precios en almazaras constantemente.
Finalmente, el gran
problema del cooperativismo agrario español es la legislación que afecta a las
cooperativas agrarias. Una legislación que favorece claramente el poder de los
grandes agricultores en perjuicio de los pequeños. La fusión de cooperativas
agrarias en España choca permanentemente con las estructuras de poder y dominio
que sostiene cada cooperativa singular que además tiene un fuerte arraigo territorial.
Consecuentemente la dimensión de las cooperativas agrarias españolas no es la
solución; es el problema.
Cuál es el verdadero
fin de estas manifestaciones convocadas por ASAJA, COAG y UPA: abolir la
libertad de mercado, presionar al gobierno progresista para que compense
pérdidas y beneficios fallidos, ¿o simple terapia de placebo para sus
descontentos?
©200205 1200 PACO MUÑOZ
NOTAS:
4.- Ver revista de ASAJA enero 2020: http://www.asaja.com/revista, o
directamente en; https://es.calameo.com/books/0028594228cf23170768f
6.- Ver, entre
otros; https://www.elconfidencial.com/empresas/2020-02-05/agricultura-precios-distribucion-alimentacion_2441611/?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=news_ec&utm_content=textlink&utm_term=6
7.- Ver artículo de
opinión de Eduardo Moyano en El País de fecha 02/02/2020: https://elpais.com/elpais/2020/02/02/opinion/1580656229_914679.html?ssm=FB_CC&prod=REGCRART&o=cerrado&event=okregistro&event_log=oklogin
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