La Calle de Córdoba XXI

jueves, 5 de enero de 2017

Susana y el estancamiento secular de Andalucía

En este año 2017 mientras la presidenta de Andalucía se postula para salvar el futuro de España, Europa se dispone a afrontar el Brexit y los americanos reordenarán sus criterios de prioridades bajo la norma del “America Frist” decretada por el nuevo presidente Donald Trump.

Europa se deshace, Estados Unidos se aisla y el mundo se reviste de una incertidumbre profunda consecuencia del gran daño provocado por la crisis financiera de 2008. Pocos confían en el futuro y muchos ciudadanos en todos los rincones del planeta han perdido la fe en el progreso. En occidente pocos creen que el futuro les traerá una mejora material, y menos aún que sus hijos vayan a tener una vida mejor que la suya.

En España la desigualdad alcanza proporciones gigantescas con grandes comunidades en desempleo permanente, una economía sumergida en el trapicheo estructural, una corrupción institucionalizada y un Estado protector de las oligarquías improductivas; rentistas y financieras, especializadas en el latrocinio y explotación de las necesidades ciudadanas.

Con una participación del 13% en el PIB nacional de qué futuro habla la presidenta de la Junta cuando ya nadie habla en Andalucía de progreso porque todo el mundo entiende que se trata de una idea que a estas alturas del siglo XXI ha perdido toda credibilidad.

Británicos y norteamericanos miran para atrás retornando incluso sus industrias al suelo patrio porque, en gran medida, tienen miedo de mirar al futuro. Lo mismo pasa con los nacionalismos populistas europeos tanto de izquierdas como de derechas, empeñados todos en un soberanismo numantino que en medio de una globalización incipiente ha perdido ya la fe en el progreso.

Sin embargo la fe en el progreso fue la idea central que en todo momento animó europa desde el siglo XVII hasta convertirse en la clave del contrato político y social del siglo XX. Producción, comercio y desarrollo conformaron entonces los pilares de la sociedad del bienestar y de las oportunidades. El territorio abierto donde los hijos mejoraban contínuamente la situación de los padres.

La idea de progreso fue siempre el ADN de la izquierda, aunque la derecha la hacía propia en la bonanza económica para sacrificar sus logros sociales en los momentos de crisis convirtiendo el progreso en lujo bajo la retórica de la austeridad.

En España nunca enraizó una idea de progreso soportada sobre fuerzas propias, y con la transición el progreso se afianzó sobre los pies de barro de la especulación rentista. Se eliminaron los sectores arcáicos y sobre sus solares solo se edificaron pisos.

El PSOE abandonó el marxismo y asumió el embrujo de la “burbuja” como el algoritmo más eficiente del progreso nacional. Rápidamente los rentistas y terratenientes de la derecha se subieron al carro de la especulación financiera y de las subvenciones de la PAC. Fue el momento en que José María Aznar proclamó su famoso “España va bien”.

El problema hoy es que a diferencia de británicos, norteamericanos, franceses, alemanes, etc. los españoles no tenemos dónde mirarnos atrás para añorar éxitos pasados. Nuestros últimos 300 años son cúmulos de fracasos y desencuentros continuos.

Pero si no tenemos pasado; ¿en qué espejo podemos mirarnos para siquiera poder intuir un futuro? Aunque mirando bien tampoco tenemos presente, por cuanto sabemos que nuestros hijos difícilmente podrán mantener el estatus de sus padres.

El 15M se miró en las calles y plazas y justificó en el austericidio la reivindicación de un Estado inclusivo. Sin embargo Podemos volvió la vista atrás para el relanzamiento de una vieja idea de revolución de los de abajo, por los de abajo liderados por improvisados cuadros de “machos alfa” dispuestos a rugir la cal viva de los antepasados. Un ajuste de cuentas justiciero flanqueado por sufrientes “Macarenas” de Cádiz mostrando los corazones apuñalados de los desprotegidos andaluces.

La esperanza importada del “Yes we can” de Obama se transforma en Podemos en el sueño de un futuro dedicado a ajusticiar el pasado como mecanismo de cambio. Ni rastro de una idea de progreso.

Sin la toga inquisitorial los modernistas de Ciudadanos reproducen el mismo esquema bajo el tecnicismo de los ajustes a un mecanismo corrupto y desviado por la herrumbre del tiempo. El futuro es el brillo y explendor del viejo mecanismo estatal adelgazado de instituciones obsoletas, limpio de corruptelas y abrillantado permanentemente con el algodón de Mister Albert y su ejército de don limpios. Ni rastro de una idea de progreso.

Por parte de la izquierda tradicional el PSOE se define como el vigilante del Estado del Bienestar aparentemente surgido de la época de la burbuja política y económica del mago Felipe Merlín González. Del realismo de la miseria se pasó al elixir de la economía financiera mediante los instrumentos del rentismo aplicados a la expansión urbanística. Construcción, Banca y Turismo arrinconaron la vieja agricultura y el progreso socialista consistia en financiar el presente a costa del futuro.

Hoy nuestro futuro se encuentra, en gran parte, deshauciado y la “industria” financiera se apropia del presente a costa de las deudas del pasado. Y es en este contexto que la presidenta de Andalucía mira atrás y habla de “blindar” la burbuja del fallido Estado del Bienestar como la política progresista del presente. Pero ni rastro de una idea de progreso.

Finalmente el PP es el único que mira al presente reorientando las instituciones del Estado como el gran garante del estatus quo de los poderes fácticos y las clases acomodadas. Justicia, Orden público, Fiscalidad, Educación, etc, etc, se atrincheran ante la amenaza del acoso prolongado de las grandes masas de excluidos por el austericidio. No hay alternativa. El Estado se configura como un castillo medieval en el que las distintas “noblezas” encuentran acomodo y protección de la creciente masa de nuevos siervos de la gleba; jóvenes malpagados, adultos en paro crónico, sacrificados del progreso tecnológico, víctimas de las sacudidas económicas, etc, etc. Para la derecha española el futuro es la apropiación del Estado y sus instituciones como fortín de defensa y conservación del estatus quo del presente. Ni rastro de una idea de progreso.

Sin embargo durante decenios el crecimiento ha sido en occidente el mejor generador de políticas sensatas de cohesión social. La idea de progreso abarcaba todos los ambitos de la vida social; salud, educación, infraestructuras públicas, protección, etc, etc. Sin idea de progreso sucumbe la cohesión social y la justicia social, perdiendose la brújula que guía las sociedades inclusivas en el siglo XXI.

Andalucía carece de idea de progreso, al igual que el resto de España y gran parte de Europa. Su estancamiento es secular. Es por ello que la prioridad urgente no puede ser otra que redefinir la idea de progreso en el contexto actual y redactar la correspondiente agenda política. Una agenda sensata que, cuanto menos, encare rigurosamente las dimensiones educativas, redistributivas, macroeconómicas y espaciales de una comunidad que ha perdido su presente en un pasado de faralaes y caireles de postín. Una agenda que mire hacia el futuro descartando las soluciones del pasado que predican contextos de alto crecimiento; de capital intensivo y fuerte desarrollo tecnológico.

Lo que la sociedad andaluza del siglo XXI reclama es una comunidad social que sea resilente a una demografía envejecida, a una economía sísmica y a una tecnología importada que genera división en permanente hostilidad con el bien común. Redefinir la idea de progeso en Andalucía es, pues, una necesidad de primera magnitud a estas alturas del siglo XXI.
©170104PACO MUÑOZ

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