La Calle de Córdoba XXI

lunes, 2 de enero de 2017

La Fundación Descubre, la universidad andaluza y el toy–laboratory

Además de una presidenta sonriente y de timbre meloso, en Andalucía tenemos también instituciones de maravilla que sin excepción hacen gala de la heráldica hercúlea de nuestra primera institución política.

Una de estas instituciones prodigio es la Fundación Descubre creada por la Junta de Andalucía y la Universidades Públicas de la comunidad autónoma.


Supuestamente dedicada a la divulgación de la ciencia académica y la innovación que se desarrolla en las universidades andaluzas, esta institución se parece más al club de animadores de Bob Esponja que a una institución seria dedicada al acercamiento del conocimiento al público andaluz.

Convertido en un exclusivo club infantil de cheerleader de la “ciencia” la Fundación Descubre desarrolla año tras año un curioso mundo de actividades estructurado por unos “maestros mágicos” que practican el infalible arte de la ciencia abracadabra y cuya principal misión es la de embaucar a una muchachada de “ignorantes escolares” en el chamanismo del experimentalismo del Toy–laboratory. Es la idea del entretenimiento llevada a una costosa –y lujosa–, política de divulgación de la ciencia como contrapunto circense de la institución educativa.

En este sentido lo que en un principio podría tener un cierto interés de trascendencia pública tanto para la Consejería de Innovación, como para la institución universitaria andaluza, en calidad de instrumento de acercamiento de la ciencia a la ciudadanía para que ésta pueda valorar el trabajo de unas universidades opacas –viciadas en la investigación de casuísticas privadas, con fondos públicos–, demandar estudios científicos de problemas que les afecta, e incluso proteger la investigación científica relevante a los intereses generales de la ciudadanía andaluza, sustenta de hecho un oscurantismo difuminado mediante una Fundación atrincherada en una narrativa infantilista que describe al mundo como el infinito campo de experimentos del club de petanca de Bob Esponja.

Este es, al menos, el espíritu científico que predica la última actividad de la Fundación Descubre que lleva el pomposo nombre del programa “Andalucía, mejor con ciencia”, recientemente publicado por la Fundación. Por lo visto cualquier cosa que pueda observarse, medirse o pesarse adquiere categoría de ciencia para las universidades andaluzas con lo que una simple excursión por el campo puede describirse como un apasionante proyecto de descubrimiento de la biodiversidad por los anchos campos de Andalucía.

Mediante un folleto–libro de 93 páginas la Fundación Descubre protocoliza el pic–nic científico definiendo las “buenas prácticas educativas en las iniciativas Andalucía mejor con ciencia”. Así bajo una retórica burocrática solo apta para diseños curriculares de maestros de instituto, el folleto colorea, describe y temporaliza un cúmulo de excursiones campestres para que la muchachada andaluza deguste su tortilla entre especies exóticas invasoras, isletas de insolación junto con flora y fauna diversa para después en los postres pueda preguntarse “¿Qué es un ser vivo?”.

Desde la aparición de la divulgación científica a principios del siglo XX con la creación en Estados Unidos de la agencia de noticias Science Service fundada en 1921 la idea de la divulgación se configuró como un elemento democrático de cultura popular cuyo principal objetivo era romper el aislamiento y la incomunicación entre el conocimiento de élite y la cultura popular.

Son los fondos públicos derivados de la carga fiscal de la ciudadanía los que sostienen y posibilitan la investigación cientítica en las universidades públicas. Consecuentemente la divulgación científica es un ejercicio de transparencia que sirve a la ciudadanía para poder valorar mejor a qué intereses sirven los planes de investigación financiados por sus impuestos.

Sin embargo la Fundación Descubre confunde permanentemente Divulgación con actividades extraescolares infantilistas, editando un boletín de noticias denominado “cienciadirecta” donde, en el mejor de los casos, confunde periodismo con relaciones públicas.

El mal viene de las universidades andaluzas que, abanderadas de un espíritu empresarial espurio, tratan de vender ridículas historias llamativas que impulsen su visibilidad al objeto de captar mayor cantidad de fondos públicos. En este sentido el catálogo de noticias de “cienciadirecta” es un penoso recorrido por los prodigiosos desubrimientos de la ciencia académica de las universidades andaluzas donde la gran mayoría de ellos están destinados al cubo de la basura de la ciencia con el paso del tiempo.


En la práctica la narración de los logros científicos de las universidades andaluzas que realiza la Fundación Descubre no sólo codifica el infantilismo Bob Esponja de la institución, alejándolo de todo pensamiento crítico, sino que evalúa la investigación científica andaluza en un imaginario “mercado de ideas” semejante a un microondas de palomitas de maíz.
©170102 PACO MUÑOZ

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