Además
de una presidenta sonriente y de timbre meloso, en Andalucía tenemos también instituciones
de maravilla que sin excepción hacen gala de la heráldica hercúlea de nuestra
primera institución política.
Una de estas instituciones prodigio es la
Fundación Descubre creada por la Junta de Andalucía y la Universidades Públicas
de la comunidad autónoma.
Supuestamente
dedicada a la divulgación de la ciencia académica y la innovación que se
desarrolla en las universidades andaluzas, esta institución se parece más al
club de animadores de Bob Esponja que a una institución seria dedicada al
acercamiento del conocimiento al público andaluz.
Convertido
en un exclusivo club infantil de cheerleader de la “ciencia” la Fundación
Descubre desarrolla año tras año un curioso mundo de actividades estructurado
por unos “maestros mágicos” que practican el infalible arte de la ciencia
abracadabra y cuya principal misión es la de embaucar a una muchachada de
“ignorantes escolares” en el chamanismo del experimentalismo del Toy–laboratory. Es
la idea del entretenimiento llevada a una costosa –y lujosa–, política de
divulgación de la ciencia como contrapunto circense de la institución educativa.
En
este sentido lo que en un principio podría tener un cierto interés de trascendencia pública tanto para la Consejería de
Innovación, como para la institución universitaria andaluza, en calidad de instrumento de
acercamiento de la ciencia a la ciudadanía para que ésta pueda valorar el
trabajo de unas universidades opacas –viciadas en la investigación de
casuísticas privadas, con fondos públicos–, demandar estudios científicos de
problemas que les afecta, e incluso proteger la investigación científica
relevante a los intereses generales de la ciudadanía andaluza, sustenta de hecho un oscurantismo difuminado mediante una Fundación atrincherada en una narrativa infantilista que
describe al mundo como el infinito campo de experimentos del club de petanca de
Bob Esponja.
Este
es, al menos, el espíritu científico que predica la última actividad de la
Fundación Descubre que lleva el pomposo nombre del programa “Andalucía, mejor
con ciencia”, recientemente publicado por la Fundación. Por lo visto cualquier
cosa que pueda observarse, medirse o pesarse adquiere categoría de ciencia para
las universidades andaluzas con lo que una simple excursión por el campo puede
describirse como un apasionante proyecto de descubrimiento de la biodiversidad
por los anchos campos de Andalucía.
Mediante
un folleto–libro de 93 páginas la Fundación Descubre protocoliza el pic–nic
científico definiendo las “buenas prácticas educativas en las iniciativas
Andalucía mejor con ciencia”. Así bajo una retórica burocrática solo apta para
diseños curriculares de maestros de instituto, el folleto colorea, describe y
temporaliza un cúmulo de excursiones campestres para que la muchachada andaluza
deguste su tortilla entre especies exóticas invasoras, isletas de insolación
junto con flora y fauna diversa para después en los postres pueda preguntarse
“¿Qué es un ser vivo?”.
Desde
la aparición de la divulgación científica a principios del siglo XX con la
creación en Estados Unidos de la agencia de noticias Science Service fundada en
1921 la idea de la divulgación se configuró como un elemento democrático de
cultura popular cuyo principal objetivo era romper el aislamiento y la
incomunicación entre el conocimiento de élite y la cultura popular.
Son
los fondos públicos derivados de la carga fiscal de la ciudadanía los que
sostienen y posibilitan la investigación cientítica en las universidades
públicas. Consecuentemente la divulgación científica es un ejercicio de
transparencia que sirve a la ciudadanía para poder valorar mejor a qué
intereses sirven los planes de investigación financiados por sus impuestos.
Sin
embargo la Fundación Descubre confunde permanentemente Divulgación con
actividades extraescolares infantilistas, editando un boletín de noticias
denominado “cienciadirecta” donde, en el mejor de los casos, confunde
periodismo con relaciones públicas.
El
mal viene de las universidades andaluzas que, abanderadas de un espíritu
empresarial espurio, tratan de vender ridículas historias llamativas que
impulsen su visibilidad al objeto de captar mayor cantidad de fondos públicos.
En este sentido el catálogo de noticias de “cienciadirecta” es un penoso
recorrido por los prodigiosos desubrimientos de la ciencia académica de las
universidades andaluzas donde la gran mayoría de ellos están destinados al cubo
de la basura de la ciencia con el paso del tiempo.
En
la práctica la narración de los logros científicos de las universidades
andaluzas que realiza la Fundación Descubre no sólo codifica el infantilismo
Bob Esponja de la institución, alejándolo de todo pensamiento crítico, sino que evalúa la investigación científica
andaluza en un imaginario “mercado de ideas” semejante a un microondas de
palomitas de maíz.
©170102 PACO MUÑOZ
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