Andalucía se
dispone a afrontar una nueva renovación del aparato redistributivo clientelar
en código schmittiano (1) –el
del derecho de los «amigos» versus los «enemigos»–, y en clave de soberbias muy
acentuadas.
La soberbia de
la izquierda siempre se ha fundado en la justicia de un nuevo reparto social de
privilegios en orden a la meritocracia curricular, aunque sin relación concreta
con los valores de la ilustración. El felipismo canonizó el nuevo orden bajo la
doctrina del pragmatismo.
Una, Grande y
Libre entre caciques y pillabichos
Nacía así la
figura del «pillabichos» en alusión al tipo de liderazgo
astuto, o pícaro, que aprovecha su sagacidad para destacar sobre el colectivo.
La izquierda académica acuñó el término más peliculero del «trepa» en
reconocimiento de los nuevos «tarzanes de la democracia» que
sabían trepar sin escrúpulos por las lianas de un poder institucional carcomido
por las herencias del antiguo régimen.
Por contra la
soberbia de la burguesía franquista se replegó temprano sobre sus dominios
económicos conservando sus consolidados privilegios tras la muerte del
dictador. En el año 1989 Manuel Fraga refundaba la derecha española en el
Partido Popular Español recogiendo las culturas del caciquismo español como
valores sólidos de una derecha de doctrina aparentemente liberal homologada en
las estructuras políticas del conservadurismo europeo.
En la última
década del siglo XX el espíritu de la transición española se fundamentaba, de
facto, en la alternancia de poderes entre las dos figuras trascendentes del
nuevo orden; los caciques y los pillabichos. No obstante, fue el felipismo
quien mejor rescató, e impuso, en la España de los años 90 la vieja doctrina
jesuita (1647). recogida después por Maquiavelo y asumida por el bonapartismo
francés de que «el fin justifica los medios».
El Estado de
la neurosis narcisista
Desde entonces
la política española sufre de lo que Freud denominó «neurosis
narcisista» como exceso de soberbia que florece con la levadura de la
fascinación por el poder que anida en la doctrina del pragmatismo de la
transición; la fe íntima del liderazgo social y político español de «creerse
uno mismo más que otro», sin más mérito que la simple tenencia efectiva de
algún tipo de privilegio.
La síntesis
político-cultural de la España de fin del segundo milenio integraba las nuevas
costumbres pragmáticas con la nueva riqueza especulativa, y donde lo realmente
importante no es ya «el esfuerzo», sino «el título»; no
es la sustancia, sino la apariencia. El pragmatismo deriva así hacia el arte de
la impostura como modus vivendi que combina la burbuja financiera con el
declive de los valores éticos y morales.
Más tarde, con
la crisis del 2008 la corrupción española se revela como la cara visible de
esta psicosis de soberbia impulsada por el régimen clientelar y corporativo del
Estado Español en el sistema hegemónico del individualismo neoliberal y la
economía globalizada.
La crisis
económica del capitalismo financiero internacional tuvo, pues, su gran impacto
en la España de la burguesía bipolar –caciques-pillabichos–, acelerando
la descomposición del régimen clientelar corporativista PSOE–PP (muy visible en
todo tipo de instituciones y órganos tales como las Cajas de Ahorros, o en el
reparto de influencias en el CGPJ).
En dosis menos
acentuadas de la psicosis freudiana, la soberbia suele caer mal en la sociedad
porque quienes son objeto de una actitud soberbia se sienten inmediatamente
objeto de desprecio –denigrados y cosificados–, porque el soberbio no solo se
siente como Dios, sino que actúa como tal (sea cacique o pillabichos),
exhibiendo su magnánima potestad; su tabla axiológica de poder cuantificable en
los códigos vigentes del orden social (la potestad ad hominem en
código schmittiano de reparto clientelar).
La democracia
de la abstención
El resultado más
benigno de este proceso es el desarrollo del sentimiento de autoexclusión, que
en este ámbito schmittiano juega una especie de categoría intermedia entre las
posiciones del «amigo» y «enemigo». Autoexclusión que adopta la forma de la no
participación o la abstención en las elecciones políticas.
Así, pues, los
altos índices de abstención pueden ser entendidos como una manifestación clara
de la soberbia implícita en el sistema de convivencia de una sociedad bipolar
que fomenta la autoexclusión en detrimento del consenso inclusivo.
Autoexclusión que dinamita el fundamento mismo de los principios del derecho
político establecidos por Rousseau en el contrato social del que surge el
Estado moderno.
El
debilitamiento del Poder Judicial es otro grave síntoma del cáncer que sufre el
régimen del 78 español, toda vez que la soberbia judicial dinamita, cuanto
menos, el principio de
legitimidad constitucional consagrado, entre otros, por el art. 117.1
CE cuando establece que el poder emana de «el pueblo». En
este sentido la justicia robagallinas de la dictadura ha evolucionado
claramente en España a la justicia de la burguesía bipolar –cacique–pillabichos–,
desvirtuando asimismo el principio de legalidad a favor de las soluciones de
conveniencia ad hominem en términos ultra–subjetivos,
arbitrarios e irracionales. El pueblo ya no existe. La nación se define por un
territorio donde sus habitantes se agrupan por percentiles fiscales y la
justicia emana de los poderes fácticos. El poder financiero es el único poder
real del Estado neoliberal; todos los demás poderes son subsidiarios.
En el reino de
España la «sana crítica» del catolicismo decimonónico francés
sigue bloqueando desde el poder judicial los valores de la ilustración
racionalista. De esta forma la Justicia española empodera efectivamente la
voluntad del funcionario por encima de la voluntad constitucional de la Ley,
transformando el ordenamiento jurídico en voluntad del aparato coercitivo del Estado
clientelar. El ordenamiento jurídico es el cajón de sastre con el que el poder
judicial controla el imperio del Estado de Conveniencia tejiendo a demanda las
camisas de fuerza necesarias para evitar el colapso del régimen del 78.
Los nuevos
tiempos de canallas
No es extraño,
pues, que en la descomposición del régimen bipolar cacique–pillabichos la
abstención en las elecciones andaluzas haya posibilitado la emergencia del
fascismo en el parlamento de Andalucía abriendo nuevos tiempos de canallas.
Sin embargo, lo
realmente curioso es que la supuesta izquierda española no reaccione ante la
falsa simetría que la derecha nacionalista establece en el debate de los
acontecimientos. Así, nos encontramos que, en la gran mayoría de los medios de
comunicación –sin apenas excepción–, se presenta VOX como un partido de «extrema
derecha», en perfecta simetría, con PODEMOS, a quien se presenta ahora como
una formación equivalente de «extrema izquierda». Ni tan siquiera
los líderes mediáticos de la izquierda política critican esta falsa simetría.
De un lado los
fascistas se presentan con un líder nacional, Santiago Abascal –cuyo mayor
mérito es su nutrido currículum de tertuliano en medios minoritarios de la
derecha–, y un líder andaluz, Francisco Serrano, acreditado juez prevaricador
por sentencia del TSJA. En este campamento político lo racional sucumbe ante lo
conveniente para el cacique amigo, patrocinador de la campaña de reconquista, y
el modelo es el del liderazgo militar–patriótico. Es por ello que Abascal se
representa en Andalucía cabalgando a caballo por la costa playera junto a sus
acólitos en formación de escuadra paramilitar. Con esta iconografía VOX
militariza claramente la política, como bien diría Emilio Gentile. (2)
Al otro extremo
del arco parlamentario tenemos a los doctos politólogos de la Complutense con
una bicefalia en Andalucía que combina currículums de filología clásica
española (Antonio Maillo), con estudios árabes e islámicos (Teresa Rodríguez).
Aquí lo conveniente se justifica con los medios para la emancipación del pueblo
amigo, y el modelo es el del liderazgo revolucionario–libertador. Razón por la
que Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero se representan siempre con la
iconografía del campus universitario invocando la ortodoxia de la verdad
académica.
Aquí la falsa
simetría que la derecha nacionalista española pretende establecer entre los
fascistas de Abascal y los revolucionarios de Iglesias consiste en la
reconstrucción mediática de un centro derecha asentado en los valores de la
seguridad, la tradición y la regeneración nacional. De esta forma PP y
Ciudadanos alimentan el espantapájaros de una extrema derecha democráticamente
tolerable –VOX–, para blanquear los excesos del austericidio y la corrupción de
los gobiernos del PP. No obstante resalta la incongruencia de la reprobación de
los dos millones de votantes del independentismo catalán, al mismo tiempo que
se bendicen los 400.000 votantes de VOX en orden a acreditar a Casado, Ribera y
Abascal como auténticos valedores de la regeneración democrática nacional.
Pedro Sánchez
y el contraste de lo inesperado
No obstante,
mientras que la dulce derrota electoral de Susana Díaz podría definirse como el
fin del pragmatismo pillabichos del felipismo, surge
–amenazado y en pleno contraste inesperado–, la prudencia y la firme apuesta de
Pedro Sánchez por la vieja tesis socialdemócrata europea del diálogo inclusivo
y el consenso como forma de gobierno.
Así, la derecha
nacionalista española se opone a la política inclusiva del consenso no sólo
empoderando al espantajo de VOX, sino que abre la caja de pandora del
autoritarismo más rancio con vistas a legitimar la judicialización de la
política y todo tipo de soluciones beligerantes que impidan cualquier
procedimiento democrático de dialogo y consenso. De esta forma la derecha
nacionalista no sólo no se distancia de VOX sino que fomenta la dinámica
fascista incorporando a VOX en la agenda institucional como un contrapeso de
falsa «extrema derecha».
La fantasía
política de VOX nada tiene que ver con la categoría de la extrema derecha, pues
como describe Zeev Sternhell (3) el fascismo consiste, cuanto
menos, en una rebelión reaccionaria contra las ideas de la ilustración, los
derechos humanos, la democracia, y la igualdad de las personas sin diferencia
de género, origen, etc. Valores todos que se encuentran protegidos por la
Constitución Española del 78. Justo la misma Constitución que con tanto fervor
defiende la derecha nacionalista española pactando con VOX en Andalucía.
Consecuentemente
la transición española ha fracasado en su 40 aniversario y mientras la derecha
vuelve a sus orígenes autoritarios del caciquismo español, la izquierda
española sólo sobrevivirá enterrando la picaresca figura del pillabichos para
afrontar con firmeza y honestidad el debate ideológico; haciendo aflorar
didácticamente en el debate público las esencias del fascismo miliciano
excluyente, y defendiendo pedagógicamente, al mismo tiempo, los valores del
consenso y la integración social.
©181230 PACO MUÑOZ
(1) Carl Schmitt es el «Kronjurist» del
tercer Reich que abogó por el Estado como comunidad suprema de un pueblo
organizado bajo el antagonismo amigo-enemigo.
(2) Emilio
Gentile, autor del ensayo Fascismo:
Historia e Interpretación.
Alianza Editorial, 2004. Ver también http://www.rebelion.org/noticia.php?id=25876
(3) Zeev Sternhell es un historiador israelí nacido en
Polonia y una de los más prestigiosos especialistas en el tema del fascismo.
Autor de El nacimiento de la ideología fascista. Siglo XXI, 1994.
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