No es extraño, pues, que los nostálgicos de la ilustración se aferren a la racionalidad como único valor de «verdad», pese a que ésta se desvanece en el tumulto y desaparece triturada en las hegemónicas fábricas de ficciones de conveniencia. O como lo ha expresado recientemente el influyente filósofo y lingüista norteamericano Noam Chomsky; «la técnica de fabricar mentiras constantemente tiene como resultado que el concepto de verdad simplemente desaparece» (1).
Sin embargo, la volatilidad de la verdad no es un fenómeno «real», pues solo sucede en el universo mental de las representaciones intelectuales, normalmente respaldadas por el pensamiento académico; donde lo haya. Aunque –según Karl Popper–, lo positivo en el mundo académico es que nada es verdad, porque todo es verosímil a condición de que pueda ser experimentable. En cualquier caso, en el mundo real los conceptos de verdad o mentira apenas tienen eficacia frente a la contundencia de los hechos concretos antes de interpretación. Pues son las interpretaciones humanas las que palidecen con el tiempo, de la misma forma que los sueños se desvanecen cuando termina la noche, y amanece (2).
El declive de la ficción neoliberal; del lobo de Hobbes a los mansos adaptativos.
No obstante, el permanente sometimiento de lo real a la ficción humana es solo síntoma de una ambición desorbitada de empoderamiento social, toda vez que lo que se somete no es la realidad, sino su interpretación a través de la imposición de un criterio subjetivo de verosimilitud. Imposición que se efectúa; bien por el poder directo de la fuerza ejecutiva, (subyugación); bien por el poder coercitivo judicial, o ley (sometimiento); o bien por una combinación de ambos, o economía (persuasión).
En todo caso, la realidad del siglo XXI viene marcada por la erosión acelerada de los fundamentos de la economía neoliberal y neoclásica que ya, a duras penas, son incapaces de convencer con una estructura conceptual que se está desmoronando irremediablemente. La magia de los mercados se percibe ya como el reino de los especuladores (depredadores) financieros. Los gigantescos subsidios públicos al capital son ya abiertamente estructurales y omnipresentes en todos los sectores económicos. La competencia es imperfecta porque resulta diabólicamente letal, toda vez que el ganador se lo lleva todo arruinando lo que esté en su camino (Amazon). No hay competencia, hay desposesión.
El capital marca asimismo el rumbo de la tecnología asegurando, y multiplicando, el poder hegemónico de las grandes corporaciones. Nace así un nuevo modelo de individuo económico que se ha dejado ya por el camino la piel del viejo lobo de Hobbes (homo homini lupus est; «el hombre es el lobo del hombre»), para convertirse en un manso cordero descarriado, y solitario, socio de un club de miopes adaptativos que pagan impuestos, por costumbre, y acarrean –felizmente entretenidos–, una mochila, sin fondo, que se llena continuamente de aparatos.
Ficción, o realidad, los datos que señalan este proceso de destrucción creativa, o descomposición, son muchos. Así, montañas de libros, tesis y artículos de expertos en economía neoclásica, conservadora o neoliberal, no solo no aportan nada nuevo, sino que tampoco aportan soluciones estables a los múltiples problemas estructurales que continuamente genera la economía convencional, o mainstream.
El mecano positivista y la bomba de la Inteligencia Artificial
El ciclo Burbuja–Crisis–Burbuja, junto con una desigualdad galopante basada en la acumulación de riqueza mediante desposesión, el austericidio y la privatización de servicios públicos, además de un desarrollo tecnológico elitista y disfuncional, son factores que vienen modificando aceleradamente la débil estructura social, creada en la primera mitad del siglo XX en torno al binomio producción–consumo derivado del industrialismo de postguerra. Modificación que en la segunda década del siglo XXI señala ya en la dirección de una creciente jerarquización capitalista basada en la economía financiera, el crédito especulativo y la dominancia tecnológica.
Consecuentemente la ficción del progreso social quedó quebrada definitivamente en la crisis de 2008 dando paso a la ficción de una nueva sociedad estamental basada en el derecho hegemónico del capital. Desde entonces la ilusión demócrata se desvanece carcomida en sus propios fundamentos y las décadas de neoliberalismo globalizado han fragmentado la sociedad en una multitud de soledades sin más vínculo efectivo que el estatus económico privado.
En ningún caso este proceso agudo de jerarquización estamental puede considerarse una tendencia natural, toda vez que la percepción de la realidad se crea y se destruye en el pensamiento humano y esa es la función esencial tanto de la política, como de los medios de comunicación, que inciden constantemente en la fragmentación subjetiva de la realidad mediante una inmensidad inabarcable de «aspectos» centrados en el detalle. Es como tratar de percibir la playa mirando solo los granos de arena; toda perspectiva deviene siempre una conjetura que debe someterse a la trituradora de la verosimilitud de conveniencia.
Así si el fragmento es el núcleo de la noticia el detalle es el aspecto que la desarrolla. Es lo que se conoce como «empirismo racional», o «empirismo lógico» (3), siempre y cuando los fragmentos contengan un mínimo de conexión empírica, o detalle. En todo caso esta «fragmentación» de la realidad en «aspectos» aislados, o «datos», no distingue necesariamente lo principal de lo secundario, sino lo conveniente al fin pretendido. O lo que es lo mismo; la interpretación de la realidad es siempre instrumental. A esta forma mecánica de pensar se le denomina «positivismo» o «neopositivismo», al priorizar la imagen fisicalista de la realidad mediante un reduccionismo brutal sobre valores (datos) idealizados de las relaciones cuantitativas, tales como; extensión, localización, cantidad, formas geométricas, peso, quién, cuando, dónde, cómo, etc..
No obstante, aplicado al campo social, los datos generan, asimismo, mapas de perfiles individuales que permite a la tecnología identificar grupos de interés en la doble vertiente digital de la captación de datos y la posterior manipulación algorítmica de los mismos al objeto de generar mensajes directos e indirectos, o subliminares, ajustados al fin que se persigue. Si bien un robot jamás podrá entender un chiste, o una ironía, la gestación de algoritmos con datos suficientes para la adopción de decisiones se le denomina «Inteligencia Artificial»; la mayor creación del empirismo racional, o neopositivismo, capaz, incluso, de hacer obsoletos a los jueces como principales guardianes de las verdades consuetudinarias. No en vano las montañas de jurisprudencia acumulada en los archivos de los juzgados son consideradas por la industria informática como un valioso yacimiento de datos.
El Aleluya de la pascua tecnocrática y la nueva sociedad de los individuos felices
Para entender el momento presente es necesario percibir la sutileza de que los cerebros de la gente están siendo colonizados por los algoritmos de Netflix, Google, Apple, Amazon, etc. etc. etc.. Empresas todas que extraen pautas del comportamiento, tanto a nivel individual como colectivo, al objeto de optimizar sus ofertas de contenidos y productos. Algoritmos que también son extrapolables a cualquier faceta social, política o educativa, a fin de prevenir cualquier resistencia creando un modelo de sociedad de «fricción cero» próxima a la idea del rebaño manso de ovejas; altamente tecnificadas y felizmente entretenidas. No es ninguna utopía sino la culminación de algo que ya es ligeramente visible en ciertos segmentos sociales.
La minería de datos lleva ya tiempo a pleno rendimiento, sin embargo, los algoritmos no crean nada nuevo, simplemente recogen lo que hay para hallar patrones y correlaciones de comportamiento a fin de instrumentalizarlos para predecir, planificar, monetizar y controlar conductas en lo que Shoshana Zuboff denomina «capitalismo de vigilancia» (4).
Los ciudadanos son libres de tener las ideas que quieran, pero sus decisiones generan datos que permiten agruparlos en tantos perfiles como sean de interés. Es por ello que los datos son la materia prima de la nueva sociedad estamental y el principal campo de conflicto entre Estados Unidos y China (5). Por primera vez en la historia de la humanidad el panóptico de Jeremy Bentham –o el Gran Hermano de Orwell–, en versión digital, se deja ver ya en el horizonte como fundamento real del nuevo orden social.
En todo caso la Inteligencia Artificial discurre por el camino de las técnicas de sugestión, influencia, y control, en un estadio de desarrollo que todavía dista mucho del grado de sofisticación, eficacia, penetración y funcionalidad política de la más sólida institución creadora de lógica social. Lógica que tiene origen y sustento en la función religiosa, toda vez que «creer» y «fe» no son dos propiedades del alma, sino dos potentes moduladores de la forma de percibir las cosas y el mundo.
Ni siquiera las ciencias exactas –mucho menos las ciencias sociales–, con sus instituciones de divulgación y capacitación han alcanzado el nivel de influencia y trascendencia social que todavía ejerce la religión en el ámbito del pensamiento (6). Sólo la tecnología supera a la religión en el campo material donde la teología siempre ha fracasado frente a la contundencia del desarrollo tecnológico impulsado por el capital.
Del todopoderoso Dios, motor del universo, al nanoDios; partícula elemental.
Pensar que las religiones son la base del sistema de pensamiento humano no es ningún descubrimiento, basta con recordar que las raíces de Occidente se hunden en el Judaísmo y el Cristianismo tanto como las de Oriente lo hacen en el Islam, el Budismo, el Taoismo, el Confusionismo y el Hinduismo. Su singularidad consiste en que todas ellas son instituciones que ha perdurado durante más de XX siglos de historia de la humanidad. Ninguna otra construcción humana tiene raíces tan profundas, ni ha mostrado semejantes capacidades de resilencia, ni engendrado una gama tan amplia de instituciones satélites y bifurcaciones tan resistentes al paso del tiempo (7).
Consecuentemente fe y creencia son los dos instrumentos más potentes que gestionan la forma de ver, y pensar, el mundo. O lo que es lo mismo; la religión conforma el cuerpo doctrinal que más influencia ejerce –en el pasado y en el presente–, en la formación de la lógica subjetiva que interpreta la realidad bajo la fórmula psicológica de la «convicción» íntima y personal. De ahí la enorme relevancia de la religión en los sistemas de educación conservadores, y en la gestación y formación de élites que terminan colonizando tanto las instituciones del Estado –sea secular o confesional–, como las del mundo productivo, financiero y judicial (8).
Sin embargo, el problema fundamental entre el pasado y el presente es el conflicto que se da entre la visión del mundo integrada (teológica) que propugnan las religiones, y una visión del mundo fragmentada (positivista). O lo que es lo mismo; el conflicto que se tiene entre un Dios motor del universo, o el bosón de Higgs que reduce a Dios al nivel de la partícula elemental que genera la masa (materia).
La paradoja del siglo XXI; vínculos vs. causalidad; libertad contra democracia.
En el siglo XXI vivimos, por tanto, en un mundo donde el choque entre las convicciones del pasado (sociedad), basada en vínculos, y la fragmentación del presente (positivismo), solo basado en el principio de causalidad, impiden ver con claridad la estructura de la realidad que gobierna el presente, o lo que es lo mismo; su coherencia interna. ¿Qué es lo relevante; el vínculo social o la mecánica causal?
La paradoja del siglo XXI es escuchar a los conservadores (neo y ultra)liberales abogar contra los vínculos sociales batiendo el sable de la libertad individual a favor del control privado de la función de inversión económica, al mismo tiempo que los progresistas de la izquierda abogan por la equidad de lo común, aunque sin revocar la lógica positivista, ni incidir en un control público de la función de la inversión privada.
Consecuentemente, un cristiano liberal es tan incongruente como un positivista progresista de izquierdas. Ambos dos comparten la misma raíz en sus fundamentos, porque ambos dos difieren únicamente en la cuestión instrumental de la función del Estado. Es decir; en la cuestión de cuánto, cómo, para qué y para quién, debe intervenir el Estado en el orden social. Un orden cada vez más fragmentado y disfuncional al no abordar la cuestión democrática que exige, en primer lugar, diferenciar lo nuclear importante de lo accesorio o secundario. ¿Por qué los progresistas de izquierda, en España y otros países, no sacan la vivienda, por ejemplo, de los mecanismos de mercado?
Así, pues, no es posible comprender la realidad cuando no se puede diferenciar lo secundario de lo esencial en un mundo psicológico asentado en la fragmentación del «todo común» –o realidad–, recompuesto después en categorías abstractas que asimismo aíslan y descoyuntan el carácter concreto de lo real en una multitud de «aspectos». Llegados a este punto, la pregunta hoy es la siguiente; ¿Acaso no sacrifica el neopositivismo al Espíritu Santo descoyuntando la Santísima Trinidad en dos figuras abstractas cualesquiera «P» y «H» (sin vínculos)? (9).
Es aquí donde nace la trampa trilera del pensamiento generalizado –abstracto–, como forma ideológica del comportamiento humano cotidiano que, a su vez, integra un conglomerado dispar de convicciones históricas petrificadas en la conciencia de los individuos contemporáneos (10). Conglomerado que actúa de prisma subjetivo que filtra la realidad para reinterpretarla en sintonía con los que tienen el mismo conglomerado de pensamiento (o perfil). El caos está servido, y se hace realidad la ficción cínica de la Dama de Hierro Margaret Thatcher en 1987; «No hay tal cosa como la sociedad (no hay vínculos), Hay hombres y mujeres y hay familias». ¿Acaso una familia no es «sociedad»?
Tres décadas después ya nadie duda de que no hay tal cosa como la sociedad, y solo los nostálgicos conservan el concepto de verdad como única reliquia emocional frente a un mundo confuso donde la ficción se hace realidad. O lo que es lo mismo; la no–sociedad es la realidad jurídica y económica de la ficción social. Si ve contradicción, es que la hay; tanta como en la expresión «la ficción real». Pero si no la ve debería preocuparse.
Proyectar sombras y perseguir fantasmas.
En una realidad fragmentada el arte trilero es el único método de excelencia. Y aunque el engaño es cosa de trileros, los expertos en economía son auténticos maestros en el arte de la ficción manejando curvas y fórmulas matemáticas sobre fragmentos de la propia ficción que son percibidos como realidades verdaderas (convencimiento) (11). Luego los juristas –auténticos maestros trileros de las reglas–, transforman la ficción en Ley (sumisión), y las fuerzas ejecutivas transforman la Ley en obligaciones de debido cumplimiento (subyugación). Entre curvas y reglas el esquema neoliberal es bien sencillo; proyectar sombras y perseguir fantasmas que se confunden en el polvo del camino.
Tampoco en el mundo neoliberal hay distinción posible entre izquierdas y derechas, toda vez que el desvanecimiento de toda idea de «sociedad común» solo es posible mediante el desarrollo de una tipología de individualidades marcadamente egocéntricas y básicamente miopes. Justo la tipología predominante en la sociedad actual. Sin embargo, lo paradójico es que esta «realidad» se fundamenta sobre una ficción compartida.
Katarina Pistor lo expresa mejor así; «Todo el sistema capitalista se basa en la premisa de la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas –no de una manera maliciosa, sino con la bendición de la ley» (12). Si bien no hay malicia legal en lo que los jueces bendicen, sí hay cinismo en el templo de la justicia positivista que rinde culto a la arbitrariedad, toda vez que no hay racionalidad posible en la ficción; solo creatividad subjetiva (voluntad). «Es la ley, –insiste Pistor–, no los mercados o las empresas, la que protege a los dueños de activos de capital…». La llamada expansión cuantitativa del Banco Central Europeo da fe de ello, así como los fondos «next generation eu». No en vano el «derecho amigo» positivista está construido sobre la apariencia fragmentada en códigos legales sesgados. Yanis Varoufakis lo expresa de otra forma; «…la riqueza, como el lenguaje, solo puede producirse de forma colectiva.», solo que la riqueza «…se privatiza por parte de aquellos que disponen del poder para hacerlo» (13).
La paradoja del quebrantador sin el que el mercado no puede existir
El ejemplo más vivo de la situación que describe Katarina Pistor lo tenemos en el ciclo Burbuja-Crisis–Rescate–Burbuja. Ciclo característico de la economía convencional neoliberal que, sin embargo, ignora inexcusablemente los innumerables rescates públicos que constantemente el capitalismo del «libre mercado» requiere del Estado. Así, desde la burbuja de los tulipanes en los Países Bajos en 1637 hasta hoy, son muchas las burbujas que han crecido y reventado causando efectos devastadores en la sociedad afectada. Pese a ello la libre especulación sigue siendo el motor más importante del capitalismo. Inversor y especulador son solo aspectos de un mismo proceso de obtención de ganancias. Proceso que, en aras de la «libertad de ganancia» –o lo que es lo mismo; «libertad de empresa»–, se encuentra resguardado por un ordenamiento jurídico que lejos de regularla la protege a la carta como ocurre en el caso de la vivienda. Sin embargo, todo el mundo sabe que la especulación tiende a distorsionar los precios hasta llevarlos a la fase de la burbuja especulativa donde algunos ganan, pero muchos pierden; y mucho.
Muchos correlacionan las burbujas con el tipo de estafa Ponzi donde los primeros inversores obtienen altos beneficios a expensas de los últimos hasta que se agota la entrada de nuevos inversores. John Kenneth Galbraith las define como desfalcos que generan la sensación de aumento de la «riqueza psíquica» (14). Un fenómeno de riqueza transitoria que se genera en un mercado donde el ajuste de valor está claramente manipulado por potentes intereses especulativos fuera de control.
Consecuentemente los desequilibrios característicos del libre mercado son los que generan la paradoja del especulador, toda vez que el especulador es, en sí mismo, una contradicción anómala del capitalismo pues es un quebrantador del orden del mercado sin el cual el libre mercado no podría existir (15). Rememora así la figura religiosa del santo pecador que reordena el cosmos después del pecado mediante la redención… en este caso, mediante la bendición financiera («expansión cuantitativa») del Estado amigo. En la nueva ficción en curso la vieja historia del Leviatán de Hobbes se ha transformado en la lujosa iglesia del capital. Un santuario donde el poder judicial oficia de sumo sacerdote, y la nueva Santísima Trinidad, se cosifica en el Padre, que es el Estado amigo, el Hijo, que es el especulador financiero, y el Espíritu Santo que es el capital todo poderoso.
© 210929 PACO MUÑOZ
NOTAS:
(2).- El ejemplo más claro de este fenómeno se produce en España con la reciente publicación de la trayectoria profesional del presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes. Una trayectoria de marcado sesgo político que no solo volatiliza todo el discurso judicial de independencia, imparcialidad y objetividad, sino que además desintegra y fulmina cualquier concepto de racionalidad basado en la verdad objetiva de los hechos reales. Solo la simple sospecha de que un poder judicial aparentemente corrupto puede actuar de suprema institución, manipuladora de la interpretación de lo real, destruye toda objetividad hasta degradarla a la interpretación subjetiva de conveniencia. Tal situación constituye, en sí misma, la máxima expresión del denominado «Derecho amigo». O lo que es lo mismo; somete lo real a la ficción creando la verosimilitud de conveniencia. Ver; https://www.eldiario.es/politica/carlos-lesmes-no-dimitido-presidente-judicial_1_8315571.html
(3).- Se trata de una influyente escuela idealista conocida como el Circulo de Viena creada a principios del siglo XX en Austria, y que agrupa a destacados filósofos como Carnap, Schlick, Popper, Russel, etc. En síntesis, destacan la relevancia de la experiencia sensible negando toda metafísica en favor de un idealismo subjetivo susceptible de control experimental mediante el método de la falsación. El positivismo lógico, o neopositivismo, ejerce también una gran influencia en el considerado como derecho positivista.
(4).- Shoshanna Zuboff describe la cadena de acontecimientos como algo similar al «Golpe de Estado» de las corporaciones tecnológicas en la vertiente de «Golpe de Mercado». En su libro Zuboff utiliza los conceptos de tiranía y manipulación para describir un capitalismo de vigilancia que es incompatible incluso con la democracia liberal toda vez que limita la posibilidad de un pensamiento libre no condicionado por el mercado. Shoshana Zuboff, La Era del Capitalismo de Vigilancia. Paidos. 2020.
(5).- La carrera tecnológica del siglo XXI ya no es la llegada a la Luna, sino el desarrollo de la Inteligencia Artificial; y los contrincantes son ahora Estados Unidos y China. Si bien China con una población de 1.400 millones tiene una enorme ventaja sobre Estados Unidos con una población cuatro veces inferior a la de China. O lo que es lo mismo; la fuente de datos de China es cuatro veces más potente que la de Estados Unidos. Una clara desventaja que lleva al presidente de EE.UU. Joe Biden a intentar construir de facto un eje anti-china declarando recientemente en febrero 2021 que Estados Unidos se encuentra en competencia estratégica a largo plazo con China. Ver; https://www.marketwatch.com/story/biden-says-he-expects-long-term-stiff-competition-with-china-11613755414). La traducción correcta del mensaje de Biden significa que si EE.UU es vulnerable en esta competencia tecnológica, también lo es el resto del mundo democrático. Razón por la que Biden enfoca la contienda como un nuevo enfrentamiento de valores entre democracia y autoritarismo. Enfoque que le lleva a sumar de su parte a los aliados y otros «socios» (OTAN, OECD, G7 y la Unión Europea), en una amplia red de alianzas a fin de abordar «en conjunto» todos los desafíos asociados con la Inteligencia Artificial y las tecnologías emergentes. Enfoque que parte del «secuestro» de la independencia tecnológica de la UE frente al supuesto de la «amenaza» china. Ver informe de la Cumbre Global de Tecnología Emergente celebrada en julio 2021; https://www.nscai.gov/wp-content/uploads/2021/03/Full-Report-Digital-1.pdf. Ver asimismo la posición europea en materia de Inteligencia Artificial de abril 2021; https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/es/ip_21_1682
(6).- Desde Galileo la ciencia trabaja a partir del «caso aislado». Se trata de un enfoque reduccionista que ve el mundo como un ensamblaje de partes que pueden analizarse por separado. Aquí se hace necesario distinguir la ciencia de la tecnología. Si bien la ciencia es medio para el fin del desarrollo tecnológico, se trata de dos campos distintos; el del conocimiento mediante la elaboración de teorías verosímiles, y el campo de la aplicación del conocimiento mediante la construcción de estructuras que produzcan efectos reales, con independencia de la comprensión de la naturaleza de la construcción. La capacidad de influencia de las teorías científicas en el pensamiento general es muy limitada. Así, por ejemplo, la teoría de la relatividad de Einstein no ha producido en la sociedad el desarrollo de una lógica relativista capaz de suplantar la lógica decimonónica de la «sana crítica» todavía activa en España con la vigente Ley1/2000, de 7 de enero de enjuiciamiento civil; art. 348. «Sana Crítica» es un concepto nacido en la Europa de la contrarreforma católica como respuesta a la reforma protestante (Siglos XV y XVI). Un concepto que encierra la lógica jesuita por la que el fin justifica los medios. Una lógica omnipresente en el pensamiento occidental.
(7).- Ciñéndonos al Cristianismo, la denominación de «Instituciones satélite» refiere tanto a las distintas órdenes religiosas –tales como Jesuitas, Dominicanos, Carmelitas, etc.–, como también a organizaciones colaterales del tipo Opus Dei, fundaciones, u otro tipo de organizaciones más o menos vinculadas. Como bifurcaciones pueden también entenderse las escisiones del tronco común en sus distintas variantes, como los ortodoxos, los protestantes, etc.
(8).- Un ejemplo vivo de cómo la lógica religiosa anida en el pensamiento común de la sociedad española contemporánea, lo expone el historiador Lucio Martínez Pereda en su reciente artículo sobre el caso del alcalde socialista de Vigo, Abel Caballero –ex ministro de un gobierno socialista de Felipe González–, y su proyecto de levantar una estatua del Sagrado Corazón de Jesús en el centro de la ría de Vigo. Ver; https://conversacionsobrehistoria.info/2021/09/21/vuelve-el-nacionalcatolicismo/ El artículo de Lucio Martínez es enormemente enriquecedor y muestra hasta qué punto la semiótica religiosa penetra el substrato más íntimo de las convicciones individuales –sin distinción de filiación política–, gobernando, en el trasfondo, la lógica que fundamenta las decisiones.
(9).- Otro ejemplo potente de la semiótica cristiana es el conocido como «Misterio de la Santísima Trinidad» cuando señala al «Espíritu Santo» como sublime manifestación de sumisión del hijo a la voluntad del padre todo poderoso. Es decir; señala el espíritu que nace de la obligación de obediencia debida, o lo que es lo mismo, la obligación del imperio de la Ley, que no es otra cosa que el poder de la voluntad del padre todo poderoso. El mensaje no tiene nada de misterioso ya que es diáfanamente claro al incorporar una tercera figura «mística» donde solo hay dos concretas; Padre e Hijo. Así pues, lo que el cristianismo denomina como «Espíritu Santo» en el misterio de la Santísima Trinidad califica al mismo concepto que hoy se denomina en doctrina política laica con el término de «soberanía», que no es otra cosa que el vínculo de lealtad, u obediencia debida, para con el soberano (Padre Rey) y su Ley (voluntad). El ejemplo anómalo del Rey emérito español es aquí paradigmático. Sin embargo, ese vínculo «patriarcal» de sumisión del hijo al padre es el principio del orden social en occidente, toda vez que en la teología cristiana ese «Espíritu» cumple la función que garantiza la paz contra la guerra civil, y de ahí su «santidad». De ahí que un cristiano liberal y positivista deba ser considerado un impostor hereje toda vez que sustituye el vínculo patriarcal por la simple relación causal en el misterio de la Santísima Trinidad.
(10).- Este es el gran logro del positivismo al reducir el mundo real a un mundo unidimensional fisicalista de relaciones cuantitativas. Un mundo de cosas separadas –o mundo cosificado–, sin más vínculo que el estrictamente causal y aquel que se reconoce por los derechos tasados en el ordenamiento jurídico. Nótese, sin embargo, la falacia central del positivismo jurídico fue expresada ya en 1932 por el teórico jurídico Carl Schmitt. Así, en su libro El concepto de lo político –The Concept of the Political (1932)–, Carl Schmitt afirma que lo fundamental para «lo político» es la distinción entre amigo y enemigo. O lo que es lo mismo, la distinción entre quién está en la comunidad política y quién está fuera. Se trata de una idea de profundo calado a la hora de definir la homogeneidad esencial de la nación. Es decir, a la hora de edificar las doctrinas políticas del nacionalismo identitario que «vuelcan» sobre el mundo secular la vieja institución religiosa de la sagrada familia. Institución que, a su vez, lleva en su seno la lógica patriarcal del «hombre fuerte» en las vertientes del «Big Mann» empresarial; «jefe ejecutivo»; «guardián de la constitución»; o máxima autoridad legal, conceptos asimismo derivados del cinismo contradictorio del «Cristo Rey». Lógica que conduce a su vez a la reinterpretación de la democracia liberal en términos de estructuras jerárquicas autoritarias. Nótese la incongruencia del lenguaje jurídico en el Estado Democrático de Derecho cuando se constata que en el derecho positivo no hay razón compartida, solo razón hegemónica; hay leyes y autoridades legales –absolutas y soberanas–, que deciden en sentencia todo litigio.
(11).- La economía está plagada de ficciones que se interpretan como realidades inexorables. Una de las más sobresalientes es la llamada «Ley de Pareto», o también «óptimo de Pareto», o «eficiencia de Pareto» por el que se establece que el 20% de las causas generan el 80% de las consecuencias. Según este patrón ideal –o regla del 80/20, ideado por el economista italiano Vilfredo Pareto en 1897–, la eficiencia aumenta, en economía, cuando nadie sale perjudicado y la situación de alguien mejora. O lo que es lo mismo; cuando alguien puede mejorar su situación sin perjudicar a nadie; si bien no se pronuncia sobre el efecto en el conjunto de la sociedad. No obstante, una mejora no puede ser Pareto eficiente si hay un perdedor; lo que es la normalidad en el mundo real. Y por mucho que Pareto se enseñe en las facultades de economía todo el mundo intuye que sin perdedores no hay beneficio posible. Ver también; http://www.elcaptor.com/economia/pareto-y-su-contribucion-a-la-economia
(12).- Katarina Pistor es Catedrática de Derecho Comparado en la Universidad de Columbia y directora del Centro de Transformación Jurídica Global. Autora del libro The Code of Capital: How the Law Creates Wealth and Inequality (El Código del Capital: Cómo la Ley crea riqueza y desigualdad). Princeton University Press, 2019). Pistor desarrolla en este libro qué es lo que transforma la riqueza en un activo que automáticamente crea más riqueza. Para explicarlo explora las diferentes formas en que el ordenamiento jurídico codifica la deuda, los productos financieros complejos y otros activos, e incluso expectativas, que brindan una ventaja financiera a sus tenedores. Las citas provienen de su artículo «El mito del capitalismo verde» publicado en Project-syndicate; Ver en; https://www.project-syndicate.org/commentary/green-capitalism-myth-no-market-solution-to-climate-change-by-katharina-pistor-2021-09/spanish
(13).- Yanis Varoufakis. Otra realidad. ¿Cómo sería un mundo justo y una sociedad igualitaria? Ediciones Deusto 2021. Pág. 62. Ver también reseña del libro; https://rebelion.org/varoufakis-y-la-otra-realidad-la-revolucion-economica-en-el-siglo-xxi/
(14).- John Kenneth Galbraith. El Crash de 1929. Ariel, 2013. Galbraith denominó esta sensación psicológica de aumento de la riqueza como «bezzle», del inglés «embezzelment» (desfalco, o estafa), toda vez que durante el periodo de generación y desarrollo de la burbuja se tiene el mismo fenómeno que se da en la estafa por el que «el desfalcador» obtiene sus ganancias, y quien ha sufrido la estafa no es consciente de ella y no siente pérdida alguna hasta que lo descubre. Es lo que le ocurre al coleccionista de arte que compra un cuadro falso en la creencia de que es el original. Así mientras el coleccionista conserve su fe, ambos –coleccionista y falsificador–, son ricos puesto que ambos dos piensan que tienen el original. Este fenómeno de aumento de la «riqueza psicológica» generalmente impulsado por las instituciones financieras se vivió con gran «ilusión» en la España de final del siglo XX.
(15).- La frase es una adaptación de la idea original de Werner Sombar expresada con una amplitud más general en su libro de 1913, The Jews and Modern Capitalism, cuando afirma que; «El especulador es una contradicción en sí mismo, un quebrantador de la ley sin el cual la ley no podría existir.»
(*).- El primer artículo de esta serie es accesible en; https://lacalledecordoba21.blogspot.com/2021/08/fe-y-progreso-en-la-democracia-de-los.html
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